En la Plaza San Martín se realizó un mitin de cierre por la Marcha por la Igualdad. (Mario Zapata/Perú21)
En la Plaza San Martín se realizó un mitin de cierre por la Marcha por la Igualdad. (Mario Zapata/Perú21)

En las últimas décadas, los peruanos hemos sido testigos –víctimas– de una batalla ideológica entre el fujimorismo y la izquierda. Dos corrientes que –en teoría– tienen propuestas distintas, pero, aunque lo nieguen, recurren al mismo método para captar votos: populismo.

Por un lado, se encuentra el fujimorismo, que se jacta de haber derrotado al terrorismo y de ser el único movimiento de derecha, logrando que la izquierda lo identifique como neoliberal. Sin embargo, el fujimorismo nunca creyó en el libre mercado; fue gracias a economistas como De Soto, Boloña y Hurtado Miller que Fujimori cedió a liberalizar la economía. Pero, en la actualidad, el fujimorismo ya no tiene profesionales de ese nivel ni un plan sólido para ser gobierno –ni oposición–. Ahora solo se oxigena recordando el pasado y amenazando con el retorno de caviares y terroristas.

Por otro lado, está la izquierda que se rasga las vestiduras por todo. Esa que le dice al pueblo que hay pobres por culpa de los ricos y que la solución es agigantar el Estado. Que dice defender los DD.HH., pero que nunca se atrevió a condenar los crímenes de Fidel ni Maduro. Que dice defender a los LGTBI, pero lleva banderas del Che, el mismo que asesinaba a homosexuales. Que tilda de fujimontesinista a todo el que no piense como ellos, pero no admiten que ellos crearon a Fujimori en el 90. Y, al igual que el fujimorismo, se alimenta del miedo de la gente.

El fujimorismo y la izquierda son dos caras de una misma moneda llamada populismo. Ambos utilizan el mismo discurso que usaron tiranos como Hitler, Stalin y Chávez para crear miedo en la población, argumentando que si alguien está mal, es por culpa de otros, y mientras esos discursos tengan audiencia, el Perú seguirá sumergido en el subdesarrollo y en el resentimiento.