La diversidad jajaja. (Getty)
La diversidad jajaja. (Getty)

La semana pasada causaron cierto revuelo en el mundo empresarial los resultados de un estudio de la headhunter Spencer Stuart, publicados en SEMANAeconómica sobre los directorios en las empresas peruanas.

Me tocó comentarlos en su presentación ante un grupo de empresarios y ejecutivos y, para mi sorpresa, el auditorio recibió bien la idea de la diversidad (en abstracto). Prácticamente todos los estudios que se han llevado a cabo, sobre todo en materia de género, hallan una correlación positiva entre desempeño empresarial y diversidad en el directorio. Pese a ello, los directorios peruanos están lejos de un grado ideal de diversidad: muchos hombres, con perfiles financieros, por encima de los 50 años, sentados en muchos directorios a la vez y por muchos años.

Justo fue la cantidad de años que un director permanece en su asiento el que más resistencia generó cuando comenté que la buena práctica es que los directores (sobre todo independientes) roten cada cinco o seis años (no es un plazo rígido).

La permanencia genera cercanía, y la cercanía complacencia. El directorio existe para pensar fuera de la caja, en especial hoy que el mundo cambia estrepitosamente. El directorio se debe a la sociedad misma antes que al accionista. La responsabilidad limitada –la sociedad es distinta de sus dueños– es un pilar del capitalismo, y por ello el directorio vela por el largo plazo de la empresa, y solo es posible vía adaptación y cambio. Las ventajas competitivas deben reinventarse permanentemente, pero la naturaleza de los órganos ejecutivos los lleva, a veces inconscientemente, a repeler la innovación por estandarizar procesos. El directorio debe sacudir a las gerencias. Y para eso debe renovarse cada cierto tiempo.

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