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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Si algún mérito hay que reconocerle al presidente Ollanta Humala y a su línea dura en el gobierno, es que están logrando lo que nadie pudo desde la época de Alberto Fujimori: unir a todas las fuerzas de oposición –aunque estas todavía no la ven– y hacer que la calle empiece a percibir que el gobierno está cargando y contaminando innecesariamente el ambiente político.

Si hace unas semanas se pensaba que la 'bronca', los ataques y los insultos del presidente y de sus ministros eran solo contra sus adversarios políticos, hoy el Ejecutivo se ha encargado de corregir esa idea, y se ha enfrentado abierta e incomprensiblemente contra ese más del 70% de la población que rechaza la ley del régimen laboral juvenil, y contra quienes en las calles le dicen que no insista con un proyecto que nació moribundo, y que hoy lunes puede ya morir o seguir viviendo artificialmente y enfrentando al país.

Por otra parte, el gobierno abre fuego ya no solo contra sus enemigos políticos, sino contra el periodismo y contra todo aquel o aquella que le resulte incómodo o que se le ponga al frente para criticarlo o pedirle alguna explicación.

¿Por qué asumir esa actitud?, ¿por qué aislarse y pelearse solo contra el mundo?

Puede haber muchas respuestas. Posibilidades razonables, algunas: i) la incapacidad del gobierno para hacer un análisis serio de la situación y para hacer una buena gestión es tal que no la ve o, ii) el gobierno quiere –por razones ajenas al interés nacional– polarizar las cosas de tal manera que ponga en un lado a 'los malos' (adversarios políticos, periodismo independiente, oposición social, etc.), y del otro a 'los buenos' (el Ejecutivo, los incondicionales del nacionalismo, los 'socios' políticos ¿y las Fuerzas Armadas y Policía Nacional?) para forzar alguna situación extrema o final inesperado.

En ambos casos, nuestra suerte sería muy mala. Dios nos coja confesados o permita que estemos equivocados.