Durante más de dos años, Fuerza Popular hizo lo que quiso en el país. Censuraron a un buen ministro de Educación por odio y para que sepamos “con quien se meten”. Aprobaron leyes inconstitucionales con el único propósito de perjudicar a sus adversarios. No quisieron cumplir con las tareas que sus votantes les habían encomendado (reformas que saquen adelante al país), y se dedicaron a confrontar y difamar a quienes no estaban de acuerdo con ellos. Creían que por tener mayoría eran invencibles. Su arrogancia terminó por causar su caída.
Ahora que la mayoría de peruanos los rechaza y que su bancada continúa resquebrajándose, recién se les ocurre que quizás necesitemos diálogo e impulsar reformas. Sin embargo, el cambio se hace difícil de creer por el hecho de que es demasiado repentino. Carlos Tubino, el nuevo vocero de Fuerza Popular, compartía el domingo un artículo en el que se decía que estamos en “guerra” y que el fujimorismo tiene que entenderlo y actuar en defensa propia. Ayer, sin embargo, ofrecía disculpas al presidente Martín Vizcarra y decía que ya no iban a haber más chats como “La mototaxi” y “La Botica”. ¿De verdad vamos a creer en una transformación tan abrupta?
En estos últimos días, el fujimorismo ha tratado de hacer borrón y cuenta nueva de los años anteriores, pero los peruanos no debemos olvidar los abusos y omisiones de la mayoría parlamentaria. Tenían una bancada con más de 70 congresistas que les permitía llevar a cabo reformas y trabajar por mejorar el país, pero se dedicaron a maltratar a funcionarios públicos, a tildar a las pruebas PISA de “psicosocial” y a aprobar leyes populistas.
Fuerza Popular fue la agrupación que llevó a los “avengers” al Congreso, a Yesenia Ponce y liberó a Alberto Fujimori por medio de una ley que sin lugar a dudas tiene nombre propio. Su arrepentimiento, aún no sabemos si sincero, llega tarde y luego de que el país ha perdido más de 20 meses en los que se pudo hacer muchas cosas.
Fuerza Popular debe ser castigado con el escepticismo y el rechazo de los electores. El diálogo, utilizado como último recurso, revela una actitud convenida y una incapacidad para reconocer los propios errores. ¿Quién nos devuelve los más de dos años en los que el fujimorismo se ha “equivocado”? Lo único que los ciudadanos no debemos perder de vista es que Fuerza Popular no es la excepción de la regla en nuestra política. Al contrario, es la mayoría que confirma la regla. Los César Acuña, los Edwin Donayre y los Castañeda Lossio abundan en nuestra política nacional. El Perú requiere de un cambio profundo en el que cuestionar a Fuerza Popular es solo el primer paso.