Diálogo  de sordos
Diálogo de sordos

Al asumir la presidencia del Congreso, Pedro Olaechea invitó, de inmediato, a dialogar al presidente de la República. El presidente, tras idas y vueltas, terminó aceptando conversar, a pesar de que la fecha del diálogo sigue siendo una interrogante. El problema, más allá de la fecha, pasa por la posición en la que se han ubicado las partes: si bien el señor Olaechea dio un mensaje firme, se entiende que la idea era conciliar posiciones.

El Poder Ejecutivo, a través de la voz de su ministro de Justicia, dijo en un programa televisivo que la posición que se ha adoptado es “sólida e irrenunciable”. Es decir: ya se anuncia la voluntad de ir para adelante con lo anunciado por el presidente en su discurso de 28 de julio mientras que el Legislativo liderado por Olaechea busca un punto de consenso que nos permita llegar hasta 2021.

Ahora bien: ¿cómo va el señor Olaechea a poder conversar con el presidente si este no pretende ceder ni un milímetro en la posición previamente anunciada? Un diálogo solo puede ser fértil cuando se opera bajo las premisas de que parte de la verdad puede estar en la otra orilla y, por tanto, las partes deben estar dispuestas a ceder de cierta forma para encontrarse en un centro provechoso.

Si este diálogo no se da y se queda entrampado en posiciones intransigentes, la posibilidad de que el Congreso interprete el adelanto como una infracción constitucional blindada por el artículo 206 es alta, mientras que el presidente encontrará algún recoveco legal para decir que el Congreso debe ser disuelto. Allí sería el Tribunal Constitucional quien debiera dirimir, pero… ¿Eso hará?

Los tiempos apremian y los ánimos están cada vez más caldeados respecto de este asunto. Ojalá que pueda resolverse sin romper el marco constitucional.