En el día del padre
En el día del padre

Casi todas las repúblicas tienen papá. Washington lo es de Estados Unidos, Bolívar de Venezuela, San Martín de Argentina, Artigas de Uruguay y O’Higgins de Chile. No obstante, la república peruana nació huérfana de padre. Túpac Amaru fue un novio de mamá que murió temprano. San Martín y Bolívar eran unos tíos galantes que quisieron adoptarnos, pero no funcionó. Varios paisanos hicieron méritos, pero ninguno prosperó. Pasarían 60 años hasta que Grau nos dio identidad, en medio de la derrota, pero para la época era más bien un hermano mayor haciendo de papá.

Es que al padre se le busca por instinto, aun si nos ha abandonado. A Ariel Makaroff, por ejemplo, se le dijo que su padre polaco se había ido a la guerra. Lo soñaba héroe y lo necesitaba para un pasaporte que lo sacara de una Argentina en crisis. En verdad, el papá nunca se había ido de la ciudad y era un perdedor. Sin embargo, Ariel lo ama cuando lo encuentra. En la escena final de El abrazo partido, la manga vacía del saco del padre, que era manco, se bambolea mientras caminan abrazados. Pero también se busca al padre aunque se le haya tenido cerca toda la vida. Renato Cisneros navega en tres siglos, transita por toda su genealogía y escribe 900 páginas en La distancia que nos separa y en Herederás la tierra. Finalmente, llega a conocer a su padre detrás del personaje que fue.

Lo que subyuga del padre no es el semen, sino el sacrificio que es capaz de entregar. En Buscando a Nemo, Marlin recorre todo el arrecife australiano hasta encontrarlo; o en El rey león, Mufasa muere para salvar a Simba de una estampida de ñus. Incluso siendo enemigos, la relación entre el padre y el hijo es especial. Cuando Julio César reconoce entre sus asesinos a Bruto, le reclama: “¿Tú también, hijo mío?”. O cuando Luke Skywalker lo acusa de haber matado a su padre, Darth Vader le confiesa: “No. Yo soy tu padre”. Código binario perfecto, porque el hijo viene del padre y el padre no existe sin el hijo.

Quizá sea tiempo de no buscar más a alguien para que sea el padre de nuestra república. No lo tuvimos hace 200 años, no lo podemos inventar, ni tiene sentido encontrar sustituto en caudillos o dictadores. En cambio, tenemos pueblos y gentes de nuestra patria que todos los días luchan contra la pobreza material, la miseria espiritual, la adversidad y los fracasos. Ese esfuerzo es la epopeya que construye nuestra república. Potente para germinar, solidaria para avanzar. Esa es la semilla de donde venimos. Es el padre que andábamos buscando.

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