En el Perú hay 7 millones de personas con depresión. Según la OMS, existen alrededor de 430 millones en el mundo que la padecen. La depresión es la principal causa de discapacidad en el planeta y contribuye fuertemente a la carga general de comorbilidad (esto último quiere decir que la depresión no solo nos afecta en sí misma, sino que contribuye a que nos enfermemos de otras cosas). Existen distintos tipos de depresión; hay personas que están deprimidas sin saberlo, por ejemplo, padecen de depresiones leves pero crónicas, como la distimia.
La distimia es como una depresión leve pero persistente. Es peligrosa porque, si bien no presenta síntomas agudos o graves, como la depresión mayor, se caracteriza por ser crónica y persistente. Es como el ladrón o el hacker que te va robando de a poquitos; puedes ni notarlo, pero, si sumas mirando para atrás todo lo que te ha quitado en el tiempo, puedes haberte perdido de mucho. La depresión nos roba la vida.
Lo grave de la depresión, entonces, no es tenerla, sino no tratarla. Los psicólogos no recetamos pastillas, y antes no creíamos en ellas, pero ahora sí. Creemos más en los vínculos, en el trabajo personal y en la psicoterapia. Está comprobado, además, que la alimentación saludable, el buen descanso, el contacto con la naturaleza y la vida espiritual disminuyen empíricamente la depresión. El trabajo y el deporte quizá sean los mejores antidepresivos de todos los tiempos. PERO… nuestra posición frente a los antidepresivos ha cambiado totalmente: hay personas y hay momentos donde los antidepresivos ayudan mucho.
En la práctica, en interconsulta con neurólogos y psiquiatras, hemos ido apreciando que, en algunos casos, los antidepresivos —sobre todo los de última generación— funcionan muy bien. Se debe siempre consultar con el especialista porque existen fármacos diversos y depresiones muy distintas.
Para las personas que se medican, lo recomendable es que lo combinen siempre con psicoterapia y, por supuesto, deporte, alimentación, vínculos, cultura y todo lo que ya sabemos.