El día después del referéndum

El referéndum de hoy no solucionará de un sopapo la grave crisis judicial y política que se destapó este año en el Perú, pero significa el comienzo para un cambio sustancial al statu quo en el que ha sobrevivido la corrupción en los últimos años. Y es también, aunque se niegue formalmente, un plebiscito en el que la gestión del presidente Martín Vizcarra se pondrá a prueba. Si las reformas consultadas a la población logran aprobarse, su gobierno habrá conseguido el músculo necesario para llegar al bicentenario con un país mejor del que recibió.

Por lo menos, eso es lo que se espera. Porque no son solo las reformas, que deberán tener un desarrollo reglamentario riguroso, sino es también el hecho de haber quebrado a la oposición y sentar las bases de nuevas reglas de juego que Vizcarra tendrá que saber aprovechar, si es que sabe aquilatar el respaldo que le puede dar hoy la población. Es la primera vez en toda nuestra historia que se hace un referéndum de alcance nacional para modificar la Constitución; el ejercicio democrático es digno de resaltar, lo incierto aún es la claridad del norte que Vizcarra tiene ante sí para un escenario posterior al referéndum.

Si su gestión no da el salto y se concentra en los asuntos cotidianos, en metas económicas claras y en resultados concretos que marquen hitos de cambio en su gobierno, pueda que toda esta bonanza callejera que hoy disfruta se voltee y tenga desenlaces de una impopularidad tal que apristas y fujimoristas sabrán disfrutar con el sabor que solo da la venganza. Alan García y Keiko Fujimori esperan que esta reforma fracase para ir por la cabeza de Vizcarra; la boicotearon desde el inicio con el respaldo de sus congresistas. Vizcarra tendrá que, ahora sí, cambiar premier y ministerios claves: debe decirnos lo que hará desde mañana.