Minutos antes tomó la palabra la secretaria general de Fuerza Popular, Luz Salgado, quien indicó que su partido ha decidido aceptar la renuncia irrevocable de Salaverry(Foto: Hugo Pérez / GEC / Video: Congreso)
Minutos antes tomó la palabra la secretaria general de Fuerza Popular, Luz Salgado, quien indicó que su partido ha decidido aceptar la renuncia irrevocable de Salaverry(Foto: Hugo Pérez / GEC / Video: Congreso)

Fuerza Popular ha consumado su derrota política. Capituló ante Daniel Salaverry, paradojas de la vida. Sin estrategia, guiados por la bronca epidérmica y con el poder doblegado, quisieron ir por la cabeza del presidente del Congreso que “ellos pusieron”. No contaban con el efecto cascada que traería la renuncia de Salaverry a la bancada keikista, sumándose a él otras cuatro dimisiones en solo una hora durante la noche del último miércoles. En los corrillos parlamentarios se cuentan hasta diez bajas más. Quedará apenas el núcleo duro de La Botica, que se cuentan entre 30 y 40 congresistas.

Miguel Torres sostiene que la moción contra Salaverry fue un acto de sinceramiento. Mejor dejar ir a los que no deseaban seguir. Es posible, pero esa sinceridad debe extenderse a todo lo que Fuerza Popular puede comenzar a hacer para completar tan accidentado y caótico ciclo parlamentario. Los que quedan deben ser en adelante simples facilitadores de una democracia que, pese a todo lo que intentaron bloquearla, los acoge con el norte de las reformas que trazó el referéndum y, a ellos, con el viento en contra.

Lo que debe seguir, mañana mismo, es dar trámite a las seis denuncias que penden sobre el aún fiscal supremo Pedro Chávarry. El keikismo ha hecho hasta lo imposible por defenderlo en la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales. Chávarry está hasta el cuello blanco de evidencias que lo ponen al borde de una inminente acusación penal.

Su participación en el operativo de la oficina lacrada es un escándalo. Es una exigencia que Fuerza Popular permita su destitución como supremo para que sea procesado como un ciudadano más. Otra de las tantas deudas del keikismo es dejar que la nueva correlación de fuerzas abra paso a un Congreso renovado y que, finalmente, entre en sintonía con la calle.

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