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Destino geográfico

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"El territorio es vasto y complejo, lo que explica, en parte al menos, la nula presencia del Estado en múltiples rincones del país".
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Cuando tenía 11 años me traumaron (ligeramente) cuando me regalaron un mapamundi por navidad. Mientras mis primos celebraban con sus Nintendos, juguetes y mascotas no entendía la utilidad de ese bendito globo terráqueo. Craso error, pues resulta que nuestros mapas son más importantes que nunca. Esto lo explica el autor Tim Marshall magistralmente en Prisioneros de la geografía y The power of geography. A pesar de todos los cambios tecnológicos, nuestros destinos siguen siendo dictados por las montañas, ríos y valles que nos rodean.
Al aplicar esta visión al Perú se entiende mucho. Nuestra topografía, al igual que nuestra política, es una locura. Uno de los mares más ricos del mundo baña las costas de desiertos hostiles que ascienden a esa gran muralla que atraviesa todo, los Andes, para luego descender a un paraíso de biodiversidad, la Amazonía. En el medio, incontables microclimas son el marco de múltiples ecosistemas y realidades. No es casualidad que con esta riqueza natural seamos el origen de las culturas más importantes de Sudamérica: Inca, Nazca, Chavín y Huari, por mencionar algunas. Ni que este banquete de ingredientes haya dado forma a una de las gastronomías más celebradas y deliciosas del planeta.
En un contexto global, Perú tiene ahora una posición clave en el continente, situado estratégica y convenientemente entre Estados Unidos y China (la apuesta del gigante asiático por el puerto de Chancay no es casualidad).
Pero no todo es positivo. El territorio es vasto y complejo, lo que explica, en parte al menos, la nula presencia del Estado en múltiples rincones del país. La dificultosa geografía nos ha vuelto y nos seguirá volviendo vulnerables a grupos nefastos que operan en algunas zonas con impunidad, ya sean terroristas, narcotraficantes o mineros ilegales. Además, nuestra gran diversidad climática nos convierte frágiles ante el calentamiento global.
Entender nuestros mapas (y los recursos que esconden) es ahora crucial. Como sugiere Tim Marshall, es hora de poner nuevamente el “geo” en geopolítica