Hace 33 años Alberto Fujimori dio el autogolpe, apareció en política en 1990. Es innegable que la historia política del Perú en este tiempo ha estado marcada por él, no importa nuestra opinión sobre él y su gobierno. No es posible explicar la historia peruana de los últimos 35 años sin hablar de fujimoristas y antifujimoristas. ¿Se desfujimorizará alguna vez la política peruana? ¿Puede haber fujimorismo sin Fujimori? Si lo hubiera alguna vez, ¿terminaría la polarización que dificulta tanto construir país?
Las elecciones 2026 son clave para intentar prever qué pasará con el fujimorismo. ¿Será como Obras y Ricardo Belmont? ¿Como Solidaridad Nacional, hoy Renovación Popular? ¿Hay algo fundamentalmente diferente en el fujimorismo respecto de los demás partidos?
¿Se presentará Keiko como candidata presidencial, solo al Senado, o a ambas? La historia reciente ha demostrado que no hay coalición con más poder de convocatoria que el antifujimorismo o, más bien, el antikeikismo. Une perro, gato y pericote para votar por candidatos tan disímiles como PPK, Humala y hasta Castillo.
Keiko Fujimori tendrá que elegir entre exponerse a una cuarta derrota presidencial o buscar un lugar casi seguro en el Senado. El partido posiblemente prefiera tenerla de locomotora. En las últimas encuestas, si bien triplica con 12% la intención de voto de los segundos en empate (Rafael López Aliaga y Carlos Álvarez), la opción de votar por alguien que no esté en política es, de lejos, la que más peruanos prefieren.
¿El antikeikismo puede reducirse? La anulación del juicio cocteles difícilmente tenga efectos políticos. A estas alturas, la gente ya conoce lo necesario y ha tomado posición respecto a ella, todo incluido. Keiko carga con la herencia del gobierno de su padre, para bien y para mal, pero tiene también karma propio, en lo político y lo personal. Manejó muy mal el rol de líder de la mayoría congresal que obtuvo, lo que genera temor respecto de cómo usa el poder. Y mostró distancia e insensibilidad respecto de su padre y hermano, no solo con relación al indulto, sino antes frente a una iniciativa legal que diera prisión domiciliaria bajo ciertas condiciones de edad y estado de salud.
Si es candidata presidencial, la polarización máxima es el único escenario en que tendría opciones. Cualquier candidato con menos voto en contra convocaría lo que en su momento lograron Kuczynski, Humala y Castillo. Tal vez por eso les resulta tan importante mantener la teoría del fraude. En esa lógica, les hubiera convenido la candidatura de Antauro Humala, pero están todavía las posibilidades de Vladimir Cerrón, Guido Bellido, Guillermo Bermejo, Aníbal Torres, por ejemplo. Sin duda alguna, cualquiera de estas opciones es mucho más riesgosa para el país que la llamada izquierda caviar. El riesgo está no en que crezcan mucho, sino en que en un escenario de enorme fragmentación crezcan lo suficiente para pasar a segunda vuelta.
Cerrón difícilmente pueda librarse del vía crucis que ha significado el gobierno de Pedro Castillo y la ineficacia y banalidad del de Dina Boluarte. Si bien puede criticar de cuando en cuando, el prófugo menos buscado los eligió para la plancha. Esa cuenta es difícil que te la perdonen. Bellido preocupa por su vinculación con lo que ahora algunos llaman minería ancestral y Bermejo por su larga relación con los cocaleros. Aníbal Torres podría recoger el voto castillista. Es difícil de entender por qué el Congreso decidió inhabilitar a Pedro Castillo y Betssy Chávez, pero no a Aníbal Torres.
La prolongada mudez de la presidenta por falla del teleprompter en el denominado cuarto de guerra transparenta el nivel de ineficacia y preferencia por la apariencia sobre la sustancia. Nadie que no sea un opositor frontal al actual gobierno tiene chance en las próximas elecciones.
Tal vez por eso las 4 interpelaciones. A Acuña le va a ser muy difícil marcar distancia. Con su historial de viajes, el poder de una bancada congresal le puede ser más conveniente. Keiko y López Aliaga ya empezaron a ser más críticos. El partido recién empieza y hay más equipos que los que caben en la cancha.