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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Empieza a circular la 'novedosa' idea sobre el "periodismo de datos" como la fase superior de este oficio. Se sobreestima la sistematización de información que está al servicio de la labor periodística –disponible gracias al Internet. Lamento contradecir. Que yo sepa, todo periodismo –bueno, malo y hasta feo– se hace con información. El hecho de que esté más disponible ahora no determina la calidad e intención de su tratamiento; igual puede ser sesgado y con 'contrabando'. El dato –transparente o hackeado– también se emplea para desinformar.

El embrionario "periodismo de datos" (sic) en el Perú no es ajeno a los males estructurales que padece este oficio: sensacionalismo, informalidad laboral y polarización basada en intereses corporativos. Gran parte de nuestra prensa no ha superado el amarillismo antipolítico impuesto en los 90. El objetivo no es informar, sino escandalizar. Si se ataca a las instituciones políticas, no importa; si se omiten datos porcentuales que contextualicen, tampoco.

Además, la inestabilidad laboral ha impactado negativamente en la calidad de los contenidos. La legitimación del pluri-subempleo (el freelance como modus vivendi) ha diversificado las opciones de dependencia laboral. Ya no solo existen medios tradicionales, también 'alternativos' (desde blogs hasta ONG), lo cual impone un pragmatismo económico ('mermelada').

Asimismo, la rivalidad entre grupos empresariales ha profundizado las argollas y círculos de lealtades presentes en puestos de trabajo hasta en convocatorias a eventos internacionales. La suma de estos factores merma la práctica. Cualquier 'novedad' es inocua y reproduce problemas estructurales. Así, resulta fácil desinformar. Lo difícil es cultivar una ética profesional.