Descuajeringados. (Rolly Reyna/GEC)
Descuajeringados. (Rolly Reyna/GEC)

Al gobierno le está chocando la ausencia de un sparring que lo fortalezca. El discurso contra la corrupción —su caballito de batalla— se disolvió con el Congreso. Así como a la Comisión Permanente le tomó un mes aceptar su nueva realidad, y dejar de alucinar con ‘miniplenos’ o con una subcomisión para acusar a quien se le ponga enfrente, al Ejecutivo le cuesta admitir la dura realidad de que ya no hay piñata para pegar el salto en las encuestas. La primera constatación de este nuevo escenario fue la caída de 13 puntos en la popularidad del presidente Martín Vizcarra.

Uno pensaría que algo así debió provocar que el gobierno busque un nuevo oponente —la delincuencia, la pobreza, las brechas sociales—, pero no.

Con el mismo modo de negación que hemos a los disueltos, algunos ministros han derrapado con igual desatino. La segunda constatación de este nuevo escenario no aceptado son las declaraciones del jefe del gabinete, Vicente Zeballos, y de la ministra de la Mujer, Gloria Montenegro. “Desde la perspectiva del Gobierno, ratificamos la no reelección para el actual proceso de enero y el proceso de 2021”, sostuvo él. “Ese Congreso fue desactivado constitucionalmente; por lo tanto, no puede ni 2020 ni 2021”, espetó ella.

Estas afirmaciones les cuestan hoy una investigación que el poder electoral les ha abierto por una posible intromisión en las elecciones. La neutralidad se vulnera cuando favoreces a unos, es verdad, pero también cuando perjudicas a otros. Pero más allá de la sanción que recaiga sobre ambos, lo de fondo es que el gobierno se descuajeringa cuando no hay rival enfrente. La salida de Zulema Tomás merecerá una acusación del nuevo Congreso que Vizcarra ya no podrá usar para ser más popular; la Constitución prohíbe su disolución en su último año.


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