Desayunos escolares y un gobierno que se lava las manos

"(...) La ministra de Desarrollo e Inclusión Social, Leslie Urteaga, insinuó que “quizá el problema es que los niños no se lavan bien las manos”. Una frase cínica que busca desviar la culpa hacia los más inocentes para encubrir la negligencia de su gestión".

Fecha de publicación: 07/04/2025 1:00 am
Actualización 07/04/2025 – 11:43

Existen ministerios que parecen ser más un peso que una solución. ¿Realmente necesitamos ministerios que operen como fantasmas, generando gastos y problemas constantes? El Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (Midis) y otras carteras sin estrategias claras son un claro ejemplo de que ha llegado el momento de reformar.

Hace unos días en una escuela de Cajamarca, la pequeña María, de ocho años, dejó de jugar después del desayuno. Tenía náuseas, escozor en el cuerpo y dolor estomacal. Horas después, sus compañeros presentaron los mismos síntomas. En una semana, la misma situación se ha repetido en colegios de Piura, Ayacucho, Amazonas y en el distrito limeño de Los Olivos. La comida, supuestamente, saludable y nutritiva, los enfermó. La ministra de Desarrollo e Inclusión Social, Leslie Urteaga, insinuó que “quizá el problema es que los niños no se lavan bien las manos”. Una frase cínica que busca desviar la culpa hacia los más inocentes para encubrir la negligencia de su gestión.

Hace dos meses, el Gobierno cambió el nombre del programa de alimentación Qali Warma (‘niño vigoroso’ en quechua) por Wasi Mikuna (‘comida sana’ en quechua). Ofrecieron, con bombos y platillos, un cambio radical tras el escándalo de intoxicaciones. Apuntaban hacia un nuevo modelo de alimentación escolar. Parte del supuesto cambio incluyó modificaciones en el gabinete ministerial. El ministro Julio Demartini fue reemplazado en la cartera de Desarrollo e Inclusión Social por un rostro conocido en el Gobierno, Leslie Urteaga. Se cambió de fachada, pero continúa la ineficiencia en un programa que está obligado a ser eficiente y articulado.

Se supone que el programa Wasi Mikuna busca, en teoría, garantizar el derecho básico a la alimentación para más de cuatro millones de escolares. Sin embargo, la corrupción es otro de sus males: contratos mal supervisados, empresas con antecedentes cuestionables, un sistema que prioriza la cantidad y deja de lado la calidad y la necesaria salubridad. El resultado: comida en pésimo estado que atenta contra la salud de los escolares. Un reflejo de la putrefacción estatal.  

Que un programa social afecte la salud de niños lleva a pensar en la urgente reestructuración del Midis y, de paso, evaluar si son necesarios o no otros ministerios que deambulan sin rumbo con ministros fantasmas, como el de la Mujer, ausente cuando más se le necesita; o el de Cultura, que debería defender nuestra identidad, pero, en la práctica es una oficina de protocolo; y también los de Producción y Comercio Exterior, que duplican funciones y generan gasto.  

Cuando un programa social se convierte en un oscuro cofre de irregularidades y se escuda en excusas mal disfrazadas, evidencia que estamos ante una crisis devastadora que afecta a los más vulnerables. Los niños sufren las consecuencias. Alimentos que, en lugar de apoyar a su nutrición, los envían al hospital y una ministra que los culpa por, supuestamente, no lavarse las manos. En verdad, ¿quién se está queriendo lavar la culpa?

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