Martín Vizcarra (Perú21)
Martín Vizcarra (Perú21)

El presidente Martín Vizcarra debe poder llegar al final de su gobierno sin mayores sobresaltos. Retirarse de Palacio de Gobierno luego de conducir un proceso electoral impecable, propio de un país que –a pesar de las turbulencias políticas internas– mantenga el paso firme en la senda del desarrollo económico y el compromiso con la institucionalidad, sin la cual la democracia solo será siempre una utopía.

Por eso, hace bien el jefe de Estado en mantenerse a distancia prudente de los dimes y diretes entre los congresistas de la bancada oficialista y el presidente del Consejo de Ministros, o de las negociaciones para la conformación de la nueva Mesa Directiva del Parlamento. O el ruido particular que generan problemas sectoriales como la necesaria revisión de los textos escolares.

Es bueno también que el presidente no se haya subido al coche de los éxitos de la selección peruana de fútbol. Y que haya anunciado con sobriedad y sin triunfalismo la recuperación de la economía.

¿Cómo entender, entonces, que la desaprobación del mandatario trepe de un mes a otro en detrimento de la simpatía o aprobación que le otorga la población? Nos atrevemos a sugerir que, antes que con supuestos errores, la situación se explica por la falta de liderazgo que exuda Vizcarra. He ahí su talón de Aquiles.

El presidente necesita construir una imagen. No tiene que ser el alma de la fiesta, pero es importante que su presencia no sea meramente decorativa en las ciudades que visita o los proyectos que promueve. Vizcarra viaja, pero no consigue transmitirnos su visión de país ni de gobierno. ¿Cómo quiere ser recordado?

Con las facultades legislativas delegadas por el Congreso, seguimos sin conocer sus metas y plan. Urge que deje de ser una sombra u holograma de presidente. Que tome forma y materia. Que sea real.