Martín Vizcarra (PikoTamashiro/GEC)
Martín Vizcarra (PikoTamashiro/GEC)

El mensaje de la cuestión de confianza fue negar, para la reforma política en el Perú, la “ley del mínimo esfuerzo”. La negación fue autoaplicada, primero, en el Poder Ejecutivo cuando el presidente del Consejo de Ministros llevó su gestión al límite. Ante ello, el Congreso de la República correspondió al lance –que era un reto– con 77 votos a favor, 44 en contra y tres abstenciones.

Perdió, qué duda cabe, la izquierda aventurera e irresponsable que quiere fundar un nuevo país cada vez que voltea la esquina y tiene un estornudo. “Agudizar las contradicciones”, que destruyen al país, esta vez no fue un buen negocio.

A ver si nos entendemos: creo en un compromiso real del Poder Ejecutivo por superar las situaciones que han causado la enorme crisis política en el Perú y confío en que el Congreso actuará a tono con el desafío de la historia.

Dirán que soy soñador e ingenuo (y puede ser así), pero les diré, como Lennon, que no soy el único y que quien dijo “en política no se puede ser ingenuo” terminó pésimo en la Historia de la República del Perú.

Antes que se me estigmatice como “tirio” o “troyano” del drama político, digo que el presidente de la República no tiene poder constituyente y que si no puede observar la reforma constitucional, menos aún puede imponerla al Congreso y, menos aún, amenazar con disolverlo. La cuestión de confianza es irrestricta y amplísima, pero no eclipsa el principio de razonabilidad y, siendo así, no existe para “derogar la ley de la gravedad” o contradecir que “el todo es mayor que la parte”.

Vizcarra tenía otra agenda, distinta de cerrar el Congreso de la República. Me atrevo a pensar que fue derogar la “ley del mínimo esfuerzo”.