Juan Guaidó también indicó que viene trabajando sin descanso y afirmó que "la dictadura está cada vez más débil". (Foto: AFP).
Juan Guaidó también indicó que viene trabajando sin descanso y afirmó que "la dictadura está cada vez más débil". (Foto: AFP).

Venezuela hoy está viviendo un momento crítico. No solo por la crisis humanitaria que afecta las vidas de millones de personas desde hace más de un año, sino porque en estos momentos dos políticos reclaman ser su legítimo presidente. El futuro es incierto y no sabemos qué deparará para los venezolanos, pero es claro que el gobierno de Nicolás Maduro no puede seguir perpetuándose en poder. El mejor camino a estas alturas es una renuncia de toda la cúpula chavista y nuevas elecciones supervisadas por organismos internacionales.

En nuestro país, sin embargo, todavía existen políticos que creen que en Venezuela se vive en democracia y que sus ciudadanos deberían apoyar al régimen de Maduro en vez de migrar en búsqueda de nuevas oportunidades. Si entendemos “democracia” como elecciones hechas a gusto y placer del régimen de turno, tal vez en Venezuela se viva en “democracia”. El valor de la democracia, no obstante, no está en servir a un grupo político para reelegirse continuamente. Tampoco en ser una herramienta para que las mayorías impongan sus deseos sobre las minorías.

El principal valor que tienen las democracias para nuestras sociedades es servir como instrumento para limitar el poder. Para que los políticos no abusen de los ciudadanos y para que las mayorías no violen los derechos de los individuos. Todo nuestro sistema de elecciones, de independencia de poderes, de balances entre instituciones, de derechos constitucionales y de garantías procesales sirve precisamente como contrapeso al poder político. Sirve para que la libertad no se vea transgredida por el Estado.

Desde hace mucho tiempo, Venezuela dejó de ser una democracia en el sentido que interesa. Además de encarcelar a políticos disidentes en procesos judiciales amañados, el régimen ha atentado contra la libertad de prensa y la propia constitución venezolana. También ha impedido postular a quienes representan una amenaza para el poder autoritario (Henrique Capriles y María Corina Machado).

Un gobierno así, sin respeto por los derechos de las personas y las instituciones, no es un gobierno que merezca el calificativo de democrático. Mucho menos es un gobierno que merezca la pena apoyar o que tenga legitimidad para ser obedecido. Si el poder político se justifica de alguna manera es para proteger la libertad de las personas, no para que una cúpula política viva a expensas de los ciudadanos. Los venezolanos tienen hoy todo el derecho de luchar contra el régimen criminal de Nicolás Maduro y nosotros, como mínimo, el deber de apoyarlos hasta que caiga la dictadura.

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