(Foto: Jorge Cerdán /@photo.gec)
(Foto: Jorge Cerdán /@photo.gec)

Pedro Castillo no se cansa de proferir amenazas contra la inversión y la propiedad privada, especialmente las de las empresas extranjeras que vienen apostando por el Perú desde hace décadas, generando con ello miles de empleos y beneficios para la economía del país, así como una significativa reducción de la pobreza.

Beneficios que se materializan en hospitales, carreteras, colegios, puentes, tecnología e infinidad de servicios sociales, que, más allá de la corrupción endémica, han mejorado sustancialmente la calidad de vida de los peruanos.

Por supuesto que todo es mejorable y perfectible, pero para eso existe la democracia: para que los medios de opinión, los partidos, los especialistas y las instituciones de la sociedad civil no dejen de fiscalizar a quienes ostentan el poder político. La democracia es lo que permite corregir rumbos, liderazgos y proyectos de gobierno, cuestionar a los incapaces y denunciar a los corruptos.

Ese es el valor de las libertades esenciales en que se basa el sistema democrático, hoy bajo el riesgo de ser conculcadas por Vladimir Cerrón y su delirio comunistoide. El totalitarismo estatista es por naturaleza sordo a las críticas e intolerante con quien piensa distinto. Las recientes agresiones a la prensa independiente demuestran, una vez más, el núcleo duro de una propuesta basada en trasnochados sueños de instaurar en el país una autocracia vertical e incontestable.

Gracias a esas libertades democráticas y a la apertura de sus mercados es que desde el inicio del siglo XXI el Perú volvió a ser un territorio atractivo para la inversión nacional y extranjera, condición indispensable para cualquier proyecto de desarrollo. Solo en los últimos 10 años entraron al país 86 mil millones de dólares, divisas fundamentales para ir cerrando las brechas que fisuran la sociedad peruana y que hasta la llegada de la pandemia nos estaban encaminando hacia una modernidad democrática e inclusiva.

Al ahuyentar esas inversiones, como viene haciendo con sus reiteradas proclamas confiscatorias, Castillo solo estará “expropiando” la posibilidad de un futuro mejor para los peruanos.