Pablo Casado dijo que "solo Perú está peor" que España el pasado 16 de setiembre. (Captura: Partido Popular / YouTube)
Pablo Casado dijo que "solo Perú está peor" que España el pasado 16 de setiembre. (Captura: Partido Popular / YouTube)

En medio de la cuarentena la economía española cayó en 22% de su PBI y la peruana en 30%. Pablo Casado, líder de la oposición española, criticó que la economía de su país estaba en la cola del mundo según una lista de la OCDE y remató: “…solo el Perú está peor”. Eso hirió nuestra sensibilidad, el patriotismo nos desbordó, se hizo viral en redes y el embajador en Madrid protestó apelando a las profundas raíces históricas entre Perú y España. Qué problema tenemos con la verdad. El dato es cierto, no hay nada que reclamar.

Lo que debimos contestar fue que, a pesar de tanta desgracia, nuestra economía sigue entera. No es broma. Las empresas están dañadas financieramente porque la burocracia las encerró y recién están volviendo a operar. Pero con el tiempo recuperarán su nivel. Además, el tipo de cambio permanece estable desde hace 20 años, la inflación es casi inexistente y la tasa de interés de la deuda pública es la segunda más baja en toda Latinoamérica. La epidemia no ha afectado ni la estructura productiva ni los fundamentos macroeconómicos. Pocos países pueden decir lo mismo.

Si salimos de la epidemia con disciplina fiscal y estabilidad monetaria, seremos un gran atractivo para la inversión privada. Esa será una gran fortaleza para la reactivación económica y es una buena noticia. Pero en el corto plazo necesitaremos mayor gasto social. Lamentablemente vamos a recaudar menos, porque estamos en recesión y los contribuyentes tienen lo justo para sobrevivir. Entonces tendremos déficit fiscal por algunos años y lo financiaremos con deuda. Dicen que llegará al 45% del PBI. Para pagar esa inmensidad se incrementará aún más el gasto. Ya no tendremos disciplina ni equilibrio fiscal. Esa es la mala noticia.

Para evitar el colapso será inevitable incrementar los impuestos. Enorme paradoja, porque en vacas flacas tendremos más presión tributaria que la que tuvimos durante la bonanza. Pero será inevitable, es el gran daño colateral que nos deja la epidemia. En resumen, necesitamos una reforma tributaria en serio. De un lado debe generar mayores ingresos fiscales pero, simultáneamente, debe promover la riqueza, que de ahí salen los impuestos. Parece un dilema, pero no lo es: impuestos y riqueza, al mismo tiempo. Este es el nuevo tema central de la política. Tenemos la obligación de conciliar criterios para ejecutarla. Entonces, el mundo sabrá que, a pesar de tanta caricatura política, podemos ponernos de acuerdo en lo esencial y mantenerlo en el tiempo. Lo hicimos hace 20 años. Lo volveremos a hacer.


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