(Piko Tamashiro)
(Piko Tamashiro)

La última semana Ollanta Humala y Nadine Heredia salieron en libertad. Perú21 informó en tiempo real en plataforma digital y con amplitud en el diario impreso. Al llegar a su casa en Surco, la tarde del 30 de abril, Heredia reclamó a la prensa por haber invadido su casa entrando por la cochera, resaltando que es propiedad privada.

Ello fue consignado en el impreso del 1 de mayo señalando que Heredia mostró su molestia con los periodistas que la aguardaban porque la mayoría de ellos entró por la cochera. En la misma sección de Actualidad, se ve la fotografía captada por el reportero gráfico del diario que muestra ello y fue con esta leyenda: “ASEDIO. Apenas salió, Heredia se dirigió a su vivienda, donde se enfadó con la prensa”. Obviamente, el fotógrafo también fue parte de quienes estuvieron en la cochera y no quisieron perder ni una imagen.

Algunos lectores me preguntaron si el diario ofrecería disculpas por esa conducta. Entonces, pensé qué hubiera hecho yo de haber estado en las mismas circunstancias con toda la competencia. Es muy posible que lo mismo, pero también es cierto que en mi práctica periodística en más de una ocasión me he planteado esa inquietud del respeto al límite de la cobertura y conversaba con mis entonces jefes.

En el Perú aplicamos el valetodo en la cobertura informativa; hay transgresión de normas elementales y falta de respeto a quienes protagonizan las noticias. Lamentablemente ello está normalizado aquí.

Pero los excesos se ponen de manifiesto cuando uno va a cubrir información al extranjero o vienen periodistas del exterior a una cobertura y no entienden el caos o la falta de respeto a normas básicas.

Alguna vez pasé la vergüenza ajena de ver en Washington cómo un par de agentes del servicio secreto de EE.UU. alzaron del cuello a un reportero peruano que no respetó el cordón de seguridad del secretario del Departamento de Estado, pues pensó que le podía arrancar una declaración al paso. Otra vez un presidente extranjero declaraba en una cita cumbre en Perú y a un par de reporteros se les ocurrió que podían competir por las orejas del dignatario para ver quién era el primero en poner un auricular para el vivo. Sus guardaespaldas respondieron muy enojados y sorprendidos, mientras que Cancillería nos llamó la atención a todos.

Dan Flores, director periodístico interino de Perú21, me dice que la tarde del lunes hubo evidentemente un exceso motivado por el afán de obtener el mejor registro visual para cada medio; se disculpa y, ante mis consultas, opina que, a la luz de lo ocurrido, sería oportuno discutir el tema internamente y establecer normas respecto a los límites de la privacidad y la propiedad de las personas en las coberturas.