La bandera del Perú proyectada en Palacio de Gobierno. (Palacio)
La bandera del Perú proyectada en Palacio de Gobierno. (Palacio)

Perú tiene buenas cifras macroeconómicas que mostrar. Como promedio anual, entre 2001 y 2019 el crecimiento fue de 4.9%, la inflación fue de 2.6%, el déficit fiscal de -0.4% del PBI y la deuda pública en 2019 ascendió a 26.8% del PBI. Resultados que muchos países envidiarían. A partir de marzo de 2020, las medidas tomadas para minimizar el contagio del virus afectaron a la economía. Las caídas mensuales entre abril y julio impactaron sobre tres de los cuatro indicadores estrella del Perú.

Entonces, ¿por qué esas cifras, que son como los cimientos de una vivienda, no se han reflejado en el bienestar de todos los ciudadanos? Porque no se hicieron las reformas que conectan las cifras macro con el bienestar micro. Un buen gobierno no es aquel que sostiene los grandes números. Es aquel que se compra el pleito de implementar reformas en sectores como salud, educación, pensiones, Poder Judicial, etc. Y lo pongo en esos términos porque, como las reformas aluden a cambios en la forma como funciona un sector, no van a contentar a todos, ni tampoco se verán sus resultados en el corto plazo. Tenemos buenos cimientos, falta construir la casa. Y eso no pasa solo.

Por eso requerimos personas que vean a la siguiente generación y no a la siguiente elección. Además, necesitamos que quien presida el país, cinco años después, mantenga y mejore lo que avanzó el anterior. No podemos reinventar el país cada cinco años.

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Los cimientos no son negociables. Lo que debemos decidir el 10 de abril es cómo construimos la casa. Ningún país ha podido crecer (producir más) y desarrollar (elevar la calidad de vida de todos) sin cimientos sólidos. La historia económica lo demuestra. No hay nada que inventar ni refundar. Vean Perú 1985-90 y Venezuela y Argentina hoy.

Las reformas requieren consensos mínimos; por ejemplo, nadie discute que debemos mejorar los sistemas educativos y de salud. Si es así, ¿por qué no se hace? Puede haber varias razones. Por un lado, existen distintas formas de reformar; entonces, veamos las mejores prácticas a nivel mundial y tratemos de adaptarlas al Perú, sin ideologías. Por otro, el presidente que las implemente no se llevará los créditos de hacerlo, sino el que viene luego, pues el impacto de las reformas toma tiempo.

Las crisis son oportunidades para hacer reformas. Una crisis como la que vivimos ahora desnuda las falencias del país y eleva la presión para hacerlas. ¿Alguien entiende cómo está organizado el sector salud? Muy pocos. Entonces hay que cambiarlo para mejorar, pero antes debemos comprenderlo. Igual con salud y con pensiones. ¿Alguien piensa que todo el sistema de pensiones se soluciona retirando en dinero de la ONP y las AFP? ¿Alguien cree que la solución es no tener una pensión? Al parecer, muchos piensan que sí, aunque sea difícil de creer. Reformar sin construir y reemplazar es destruir. Y eso es retroceder. Los dogmatismos, sean de izquierda o derecha, son dañinos. No olvidemos que la economía no es un acto de magia ni de fe. Es una ciencia social.

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