La Encuesta Nacional sobre Percepciones de la Corrupción en el Perú 2019, presentada ayer por Proética y el IEP, trae algunas revelaciones previsibles, pero otras que escarapelan a cualquiera.
Entre las del primer grupo aparece que la corrupción es percibida por el 62% de peruanos como el segundo problema más importante del país, pero en constante crecimiento y cada vez más cerca de desplazar a la delincuencia del primer lugar. El 73% considera que esta seguirá aumentando en los siguientes cinco años. Por su parte, la institución percibida como la más corrupta es el Congreso de la República, con 76%, seguida por el Poder Judicial (47%) y, luego, por los partidos políticos (31%). En general, todo lo asociado a la política es visto como altamente corrupto. Nada realmente nuevo en este frente. Esta imagen, principalmente la del Congreso, ha sido construida a pulso.
Pero la corrupción ahora también es sextorsión: se ha vuelto cada vez más común que se pidan favores sexuales a cambio de trámites o beneficios, o para resolver un problema ante el Estado. El 23% de los encuestados dice que es muy frecuente que esto ocurra y el 10% conoce a alguien o ha vivido personalmente que le pidan un favor sexual. Fuera de la capital ese porcentaje es más alto: en la sierra norte, el 16% de los encuestados afirma haber pasado por ese trance. Como suele suceder en casos de este tipo, poco se sabe al respecto, pues más de la mitad de esas personas no denunciaron los hechos debido a que las autoridades “no hacen caso” (42%) o “por temor a represalias” (34%).
El pedido de favores sexuales a cambio de trámites revela una realidad poco mapeada y comprendida. ¿Cuánto más ocurre en comisarías, hospitales, sedes judiciales, escuelas y municipios? La gran corrupción es solo un pedazo del problema.