Me ofrezco a explicar que, para cambiar prácticas sobre menstruación, definir su gestión o abordar su ciclo con productos de contención, ¡NO SE NECESITA UNA LEY! y mucho menos, para dar educación de gestión e higiene menstruales. FOTOS: FRANCISCO NEYRA / GEC
Me ofrezco a explicar que, para cambiar prácticas sobre menstruación, definir su gestión o abordar su ciclo con productos de contención, ¡NO SE NECESITA UNA LEY! y mucho menos, para dar educación de gestión e higiene menstruales. FOTOS: FRANCISCO NEYRA / GEC

Un amigo envió este mensaje: “A esto se dedica este Congreso que padecemos”. ¿Me alertó o me hizo una broma? Fueron ambos: el presidente de la República promulgó la “LEY QUE PROMUEVE Y GARANTIZA EL MANEJO DE LA HIGIENE MENSTRUAL DE NIÑAS, ADOLESCENTES Y MUJERES VULNERABLES”. Y, así las cosas, respondí con “animus iocandi” que propondría otra, que se llamará “Ley que promueve y garantiza el manejo de la higiene de glande y prepucio de niños, adolescentes y hombres vulnerables y no vulnerables”.

Me ofrezco a explicar que, para cambiar prácticas sobre menstruación, definir su gestión o abordar su ciclo con productos de contención, ¡NO SE NECESITA UNA LEY! y mucho menos, para dar educación de gestión e higiene menstruales. Aquí solo resta preguntar qué quisieron decir con “naturalización de la menstruación” y cómo pretenden hacer más natural lo que ya es natural. Y no solo es eso; quieren supervisar el periodo en el que permanecen en el organismo los productos de higiene íntima femenina, “considerándose períodos menores a doce horas, entre doce y menos de treinta días, y más de treinta días”. ¿Qué es esto? Las mujeres que consulté me miraron horrorizadas.

Para rematarnos, los pícaros legisladores declararon: “De interés nacional el acceso universal, igualitario, gratuito y progresivo a productos de gestión menstrual (…)”. Frente a esto, pregunto: si quieren regalar toallas sanitarias, por qué no agua, jabón, duchas, termas, espuma de afeitar, desodorantes, crema para hemorroides y todo lo demás, para que, así sucesivamente, logren que no haya nada de nada y la última mujer que apague su luz, con sábanas manchadas de rojo y estómago vacío, grite: “Sáquenme de este manicomio venezolano que no tiene límite ni pudor”.

TAGS RELACIONADOS