Datos, tendencias y desafíos de la democracia

“Falta poco para las elecciones de 2026 y hacia allí deben apuntar nuestras prioridades y desafíos si queremos mejorar la calidad de nuestra democracia”. 

Fecha de publicación: 28/02/2025 9:43 pm
Actualización 01/03/2025 – 12:05

Se publicó esta semana el Índice de Democracia Anual de The Economist Group, con información útil para conversar y reflexionar sobre las tendencias y desafíos de la democracia en el mundo, en la región y en el país. Un reporte que este año incide en que la tendencia hacia el declive democrático se mantiene mientras que el autoritarismo se fortalece. Este índice evalúa a 167 países en una escala de 0-10, basado en cinco categorías y clasificándolos en uno de estos cuatro tipos de regímenes: democracias plenas, democracias defectuosas, regímenes híbridos y regímenes autoritarios.

Durante 2024 la puntuación global cayó a un mínimo histórico de 5.17, y solo una minoría de 37 países mejoró por pequeños márgenes, mientras que 130 países del total de 167 evaluados empeoraron, incluso con deterioros sustanciales o no tuvieron ninguna mejora.

Según la clasificación de tipo de régimen, hay 25 democracias plenas, 46 democracias defectuosas, 36 regímenes híbridos y 60 regímenes autoritarios, un aumento de ocho en una década si lo comparamos con 2014. En sus resultados también apreciamos que más de un tercio (39.2%) de la población mundial vive bajo un gobierno autoritario y que solo un 6.6 % reside en una democracia plena, porcentaje por debajo del 12.5% de 2014. Se puede ver cómo avanza el autoritarismo y retrocede la democracia. Las categorías que han registrado los mayores deterioros desde 2008 son las libertades civiles y el proceso electoral y el pluralismo, pero el funcionamiento del gobierno y la cultura política también han caído.

En cuanto a la región, el puntaje de América Latina y el Caribe retrocede por nueve años consecutivos. Uruguay y Costa Rica lideran el ranking, son los dos únicos clasificados como democracias plenas. Los peores ya los conocemos: Cuba, Nicaragua y Venezuela señalados como regímenes autoritarios. Además, mencionan como preocupante el apoyo a políticos como Nayib Bukele en El Salvador, un caso en que los votantes estarían dispuestos a cambiar los estándares democráticos por seguridad. Ello podría explicar el porqué en nuestra región la categoría de cultura política tiene el peor puntaje de todas las regiones (3.91).

El Perú sigue también empeorando y por tercer año consecutivo es considerado un régimen híbrido, aparece en el puesto 14 de 24, es decir más cerca de los regímenes autoritarios que de las democracias plenas de la región.  

Es interesante la discusión sobre qué se evalúa para ser considerado una democracia y este informe es criticado por algunos especialistas que no ven convincentes estas clasificaciones, algunos porque consideran que la democracia es un concepto dicotómico: un Estado es democrático o no, y otros porque un concepto amplio puede ser subjetivo, pero como se señala en el mismo reporte, la mayoría de las mediciones se adhiere a un concepto con la posibilidad de diversos grados de democracia.  

Y este índice de The Economist considera un concepto amplio de democracia porque, como explica, en todas los sistemas democráticos es esencial que los ciudadanos tomen libremente decisiones políticas por mayoría, pero un gobierno de la mayoría no es necesariamente democrático y por eso este sistema debe combinarse con garantías a los derechos humanos y a las minorías. Por eso, sí me parece útil una reflexión y mirada al estado de nuestras democracias a partir de este índice, porque se evalúa la democracia también centrada en el ciudadano que mide no solo el proceso electoral y el pluralismo, el funcionamiento del gobierno y las libertades civiles, sino también la participación política y la cultura política. Y en esta última categoría, tanto en la región y en el Perú estamos graves, por lo que el informe 2024 nos muestra datos y un déficit cívico sin el cual no podremos construir y sostener un sistema democrático. Falta poco para las elecciones de 2026 y hacia allí deben apuntar nuestras prioridades y desafíos si queremos mejorar la calidad de nuestra democracia. 

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