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Como dándole la razón a la Comisión de Alto Nivel que elaboró la propuesta de reforma política que el gobierno de Martín Vizcarra presentó al país, este proceso electoral parece haber llevado a extremos desorbitados las taras electorales que el documento elaborado por los especialistas intentaba desterrar.
Como se sabe, el pleno del Jurado Nacional de Elecciones (JNE) decidió, por un estrecho margen de votación entre sus miembros, que ninguna de las propuestas, ni siquiera las aprobadas por el disuelto Congreso, se aplicara en las elecciones parlamentarias de enero de 2020, cosa que el Ejecutivo –aunque a regañadientes, si tenemos en cuenta inoportunas declaraciones previas de ministros y el propio mandatario– acató sin ulteriores objeciones.
En estos días de precipitado apuro en la confección de listas e inclusión de candidatos, se está viendo prácticamente de todo. Legisladores disueltos que mudan de piel y saltan de un partido a otro sin mayores explicaciones ni trámites, con tal de tener opciones para recuperar su curul (y beneficios e impunidades correspondientes); organizaciones inscritas que venden ubicaciones en sus listas o se ofrecen cual “vientres de alquiler” a otras agrupaciones que no lo están; elecciones primarias internas en las que el designado –a dedo– número 1 de la lista quedó por las patas de los caballos entre las preferencias de sus propios correligionarios; frentes amplios que a la semana de fundados y ante la masiva fuga de militantes, se vuelven estrechos, cual chicles globo; resurrección de momias políticas ligadas inconfundiblemente a la cleptocracia de la última dictadura; formaciones casi difuntas, pero aún inscritas en el JNE, que buscan reactivarse anunciando candidaturas de actuales reos por crímenes como homicidio, rebelión y secuestro… y así, en fin, la lista podría seguir, pero la tiranía del espacio es la única tiranía que este diario acepta.
No es, pues, muy alentador el paisaje que se le presenta al ciudadano en estos variopintos prolegómenos electorales que le está tocando vivir, pero la experiencia debería servir para que la activación de la reforma política sea la primera tarea del próximo Congreso.