Curso de colisión. (Foto: Anthony Niño de Guzmán / GEC)
Curso de colisión. (Foto: Anthony Niño de Guzmán / GEC)

Es casi un ejercicio de negacionismo el del presidente Martín Vizcarra cuando menciona el plazo que dio al Congreso para que apruebe su propuesta de adelanto de elecciones generales, que vence el 30 de este mes, ya que, en el hemiciclo de la plaza Bolívar, más allá del pánico generado el día que formuló su planteamiento, entre una mayoría de representantes que se vio a punto de perder sus privilegios, es poco o nada lo que legalmente se ha movido en dicha dirección.

Hasta el momento, lo que más se ha visto y oído es una coordinada perdigonada de argumentaciones súbitamente áulicas sobre la inconstitucionalidad de la propuesta y demostraciones de un apego a la ley hasta entonces desconocido entre quienes hoy ondean esa bandera. Lo que vemos son gruesas maniobras dilatorias, alegando “debido proceso” o una dudosa sobrecarga laboral de la Comisión de Constitución.

La Comisión de Venecia, instancia consultiva europea convocada para que emita una opinión sobre la reforma constitucional propuesta por el presidente, no se pronunciará hasta la segunda semana de octubre, pero ya se escuchan algunas voces desesperadas en el Parlamento, no precisamente oficialistas, que buscan dar carpetazo al tema proponiendo que se vote de una vez, sin esperar a este organismo de jurisperitos, ya que nada de lo que puedan decir será vinculante.

Curiosamente, en el contexto de esta controversia, de presunto rigor legalista, aparece, como convidado de piedra, el componente esencial, no otro que la viabilidad del país, en estos momentos atrapado en un nudo gordiano, que, de no cortarse, lo mantendrá atascado como está ahora, sin poder resolver sus problemas más urgentes, que, con cada día que pasa, solo se agravan.

Más allá del rechazo masivo al Congreso y el modesto pero consistente apoyo al Ejecutivo expresado en sucesivas encuestas –que el fujimorismo, antes tan apegado a ellas, pero ahora que se le han volteado, cuestiona todos los días–, la propuesta de adelantar las elecciones se explica por la imperiosa necesidad de limpiar la casa e intentar un nuevo ciclo de gobierno que saque al país del entrampamiento. Y eso es más importante que cualquier privilegio parlamentario.

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