Los octógonos indican información sobre la azúcar, grasas, sal y grasas trans en los alimentos. (Foto: GEC)
Los octógonos indican información sobre la azúcar, grasas, sal y grasas trans en los alimentos. (Foto: GEC)

La entrada en vigencia de la ley que norma el uso de los ya famosos octógonos en alimentos y bebidas industriales ha traído algunas sorpresas que han dejado por los suelos los argumentos de quienes intentaron boicotearla.

A solo días de haberse aprobado la Ley de Alimentación Saludable, varios alimentos –supuestamente saludables– han quedado desenmascarados y la industria que los producía se ha visto totalmente expuesta. Así, han aparecido casos tan curiosos como el del jugo publicitado por su productor como “sin azúcar añadida”, pero revelado por el octógono informativo como “alto en azúcar”. También están las rosquitas que se veían muy naturales y light, pero que en el fondo eran “altas en grasas saturadas”. Ahora los peruanos saben que varios productos que se vendían como saludables son, en realidad, altos en azúcar, grasa o sodio.

¿Qué mayor libertad que tener información adecuada y fácil de entender para decidir? Nadie impide que comas esa comida chatarra que tanto nos gusta. Pero ahora puedes tomar una decisión responsable. Eso es todo.

En el mundo de quienes se oponían a los octógonos que informen –con un solo golpe de vista– sobre el contenido de los alimentos procesados, la posibilidad de tomar una decisión informada era un atentado al corazón del libre mercado, como si las consecuencias de la mala alimentación y mala salud no fuesen relevantes. ¿Acaso la información no es esencial en cualquier dinámica de oferta y demanda? Los octógonos son información, no una intervención estatista. Es libertad, no un recorte de ella.

Claro que los octógonos reducen el espacio de maniobra de la industria alimentaria, pero para bien de la gente que consume sus productos. Justamente de eso se trata la regulación: beneficiar a los consumidores.