El Gobierno busca reducir los índices de anemia en todo el país. (GEC)
El Gobierno busca reducir los índices de anemia en todo el país. (GEC)

Si bien el despiste con la economía es uno de los lastres más pesados que arrastra este Gobierno, las últimas encuestas demuestran también que, junto con la firmeza en la lucha contra la corrupción, la ciudadanía ha percibido que la campaña para enfrentar los elevados índices de anemia infantil en el país –tema con el que parlamentarios y trolls apristas acostumbraban a dar el do de pecho contra Martín Vizcarra, cada vez que los fiscales encontraban un nuevo indicio que comprometía a su extinto líder, Alan García– se asumió con seriedad y profesionalismo.

Para efectos de la recordación inmediata a que suelen apelar este tipo de sondeos, no es nada frecuente que la población reconozca mejoras en puntos tan concretos, ya que, en términos de salud pública, la agenda pendiente es todavía ancha y ajena.

Un mal que, desde luego, no se puede achacar solo a este Gobierno o, digamos, a alguno de este siglo. Si se habla tanto de modernización, de cara al famoso “Perú del bicentenario”, las coberturas de la salud pública en el país constituyen un tema complejo que sucesivas políticas de Estado no han logrado abarcar ni mucho menos resolver, aun cuando ahora se pueda hablar de prometedores proyectos de colaboración con la empresa privada, como no hace mucho se logró en el sector Educación.

Sin embargo, en el tema de la anemia infantil –que viniendo de muchos años atrás, de pronto se hizo visible gracias a una medición–, el Gobierno exhibió reflejos, sentido práctico y suficiente muñeca como para comprometer a autoridades locales con movilizaciones que beneficiaron a poblaciones enteras, sobre todo en áreas rurales donde la altísima incidencia se explica en condiciones de vida realmente críticas.

Por otro lado, el brote de un síndrome complicado e inasible todavía por la ciencia médica, como el de Guillain-Barré, pondrá a prueba otra vez la capacidad de reacción de nuestro sistema de salud pública. Cabe esperar que ese trance no termine haciéndonos lamentar todo lo que, en política sanitaria, se debió hacer en las últimas décadas.

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