Cuidado: época con neblina

Después de un debate vergonzoso, llega la noticia del contagio de Trump y las redes se llenan de dudas sobre si es verdad o simulación. Trump y sus “hechos alternativos” le han hecho un daño brutal al debate político en los Estados Unidos, pero que ello haya ocurrido en apenas cuatro años es señal de que los tiempos facilitan un deterioro tan rápido. Hay que defender el debate con capacidad de escucha y búsqueda de evidencia con uñas y dientes, porque si ese deterioro se ha dado en los Estados Unidos, da miedo sacar regla de tres sobre lo que podría pasar en Perú.

Trump y su uso de la información es el único asidero de la duda sobre su enfermedad. El propio New York Times señala que no hay razón objetiva para dudar y analiza por qué se ha vuelto creíble que una mentira de esas proporciones se pudiera poner en marcha.

Hay quienes consideran que es un truco para subir en las encuestas, como le ocurrió a Bolsonaro y Johnson, y que saliendo airoso de una enfermedad leve, podría beneficiarse electoralmente. Pero es difícil pensar que una falsedad tan grosera no implique un riesgo de filtración, en un país en que mentir no es broma. Aun para políticos inescrupulosos, esto equivaldría a arrimar todo un cementerio dentro del clóset.

Las mentiras tienen patas cortas, dice el refrán. Como las noticias falsas y las teorías conspirativas se han vuelto parte del paisaje cotidiano en Internet, incluso existe un matemático que ha intentado medir la longitud de esas patas. Basado en la idea de que en todo complot aparece un soplón, y aplicándola a casos de complots que se descubrieron, ha estimado los valores de una ecuación que calcula, por ejemplo, que si la llegada del hombre a la luna hubiera sido mentira, se habría descubierto en 3.7 años. Chisme mata complot, para resumir.

Pero lo realmente terrible es que la separación entre lo que es verdad y mentira se vuelva tan difusa una vez que uno se aleja del rigor y la evidencia para justificar sus posiciones. Es como manejar con la peor neblina. Luego de ver el debate esta semana, cambié a Fox News y parecía una realidad paralela. La propaganda era descarada y con convicción plena. A pesar de que líderes republicanos habían criticado la posición de Trump en el debate, nadie se daba por enterado.

Como señalé en una columna anterior, las teorías conspirativas y las noticias falsas van a ser pan de cada día en nuestras próximas elecciones. En una próxima columna abordaré algunas iniciativas que en otros países han ayudado a combatirlas.