Cuidado con el desmadre
Cuidado con el desmadre

Los hechos de violencia desatados en los últimos días deberían llamar la atención de las autoridades, ya que estos se suman al clima bélico que todavía atenaza el sur del país, principalmente Arequipa, y podrían llevar a una peligrosa espiral de caos y desgobierno –pese a tener lugar en zonas muy focalizadas– si no se cortan de inmediato.

Los incendios provocados por una turba que marchaba contra una empresa petrolera en Talara debieron tomarse como la primera alerta de que la virulencia de la protesta antiminera por lo de Tía María podía ser contagiosa, considerando la impunidad –difundida a todo el Perú a través de videos y fotografías– con que la hueste revoltosa campeaba a su anchas, cometiendo destrozos y lanzando amenazas a diestra y siniestra a quienes se atrevían a transitar pacíficamente.

El jueves último, un grupo de iracundos miembros de la Federación Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Siderúrgicos irrumpió en las oficinas del Ministerio de Trabajo y Promoción de Empleo, pateando puertas, rompiendo vidrios y aterrorizando a quienes allí se hallaban laborando. Los desadaptados transmitieron en vivo las imágenes de sus desmanes dentro del edificio, hasta que fueron echados por la Policía Nacional, que llegó con bombas lacrimógenas, cuyos efectos se sintieron hasta cinco pisos más arriba

Por su parte, una marcha de estudiantes de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en contra del by-pass propuesto por el municipio de Lima, que afectaría en parte las instalaciones de esta casa de estudios, terminó en un violento enfrentamiento con las fuerzas de seguridad. La persecución de manifestantes inundó la ciudad universitaria de gases lacrimógenos, afectando clases y a alumnos que nada tenían que ver con la protesta.

Hay, sin duda, un clima de crispación y un estilo creciente de protesta a lo espartambo. Es urgente, pues, poner fin a ello, tarea que no es responsabilidad exclusiva de la Policía Nacional. Compete sobre todo al Ejecutivo y al Congreso, entrampados en un sórdido enfrentamiento que además de paralizar el país, solo atiza el fuego de un descontento social largamente contenido.

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