Cuarenta días de encierro y un nuevo error. (AP Photo/Felipe Dana).
Cuarenta días de encierro y un nuevo error. (AP Photo/Felipe Dana).

Seguramente Joaquín Sabina no podía sospechar que su canción “¿Quién me ha robado el mes de abril?” se iba a hacer tan cierta. Lo que confiamos, aunque empezamos a perder el optimismo, es que no estemos viviendo la pesadilla, no aquella de los “19 días”, sino de las “500 noches”.

La situación en España es dura, pues no hay manera de acabar con el pico del contagio. ¿Eso significa que hemos de rechazar las medidas de control? No creo. Lo que sí debemos es criticar la tardanza en las decisiones, o que se venda como absoluto lo que solo es relativo. Me explico: el presidente del Gobierno español insiste, cada vez que se le critica, en que España fue el primer país europeo en confinar a la población. Es cierto, pero lo hizo cuando ya registraba muertos por el virus. En cambio, Portugal o Austria lo hicieron después, pero antes de registrar un solo muerto.

Por tanto, no es de extrañar que las voces críticas sean cada vez más incisivas. En ese entorno, saltó la alarma cuando un general de la Guardia Civil declaró solemnemente: “La Guardia Civil está trabajando para minimizar el clima contrario a la gestión de la crisis por parte del gobierno”. ¿A una de las instituciones de más prestigio entre la opinión pública le están encomendando desde el gobierno funciones propias de la KGB o de la STASI? Se trata de una institución al servicio del Estado (no del gobierno) a la que compete el control de la seguridad ciudadana: la lucha contra la delincuencia. No arremeter contra los “críticos de la gestión gubernamental”, al menos mientras eso no esté tipificado como delito. La frase revela una peligrosa confusión entre lo gubernamental y lo institucional. Y esto en absoluto es admisible. Ni siquiera en tiempos de cólera. O de coronavirus.

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