Crónica de un indulto anunciado. (CésarCampos/Perú21)
Crónica de un indulto anunciado. (CésarCampos/Perú21)

El indulto está en la agenda política del país desde el gobierno de García. Con mayor o menor fuerza. Desde entonces se hablaba de las razones médicas que motivaban un indulto humanitario a favor de un ex presidente del Perú. Un proceso formal se inició durante el gobierno de Humala, siendo denegado.

En un artículo reciente, Ricardo Uceda (LR 2/1/18) cuenta cómo desde setiembre de 2017 se sabía que PPK daría el indulto, y por ello buscaba ministros que lo favorecerían. Uno de ellos, el ex procurador Ugaz. Mientras tanto, García-Sayán, impulsor de la política de Estado de allanamiento ante la CIDH, sostuvo que “un indulto como parte de un proceso de reconciliación serio, como el de Colombia, hubiera sido deseable y si me lo hubieran pedido, habría estado dispuesto a colaborar”. Lo que no dice Diego es que hay una gran diferencia entre el caso peruano y el colombiano: el Estado peruano le ganó la guerra al terrorismo, mientras que Colombia se vio forzada a negociar y llegar a un acuerdo de paz. Lo que tampoco dice es que desde los 90 él defendía la tesis de una amnistía general que incluyera a los terroristas y a las FF.AA. del Perú.

La polarización que produce todo lo relacionado a Fujimori lleva incluso a desacreditar de manera personal a aquellos que no siendo políticos ni militantes de partido alguno están de acuerdo con el indulto. La posverdad se ha instalado en la historia del fujimorato. Así, se dice que Fujimori fue condenado por delitos de lesa humanidad y ayer fue el propio juez San Martín quien aclaró que eso no es verdad. Fujimori no fue acusado por lesa humanidad, y por lo tanto no pudo haber una defensa en ese sentido, ni una condena. ¿Por qué la necesidad de tergiversar los hechos?

Para un sector del país, Fujimori fue juzgado bajo la figura de la autoría mediata, al no haberse podido probar su responsabilidad directa en Barrios Altos y La Cantuta. Para ellos, el indulto es acto de justicia que abre además la posibilidad de acortar las distancias y lograr un ambiente de mayor unidad. Mientras que, del otro lado, se considera que Fujimori es un asesino que cometió crímenes espantosos y que por ello debe cumplir su condena.

Posiciones enfrentadas y un país atrapado en medio, ya cansado del enfrentamiento.Poco –o nada– ha hecho el fujimorismo para aclarar la posverdad y defender sus políticas de Estado; con la equivocada idea de que la Keiko de Harvard conquistaría parte del anti y llegaría a Palacio.