Una costosa apuesta

La postura del Presidente Humala, respecto a la activa participación de su esposa en los quehaceres gubernamentales, ha terminado pasando la factura.
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Juan José Garrido,La opinión del directorLa postura del Presidente Humala, respecto a la activa participación de su esposa en los quehaceres gubernamentales, ha terminado pasando la factura. Y vaya que es costosa.

Como se puede apreciar en la última encuesta PulsoPerú, preparada por Datum Internacional, el mandatario cae 15 puntos para llegar al 24% de aprobación; la desaprobación, por otro lado, se incrementa del 56% al 71%. La brecha que existía en febrero de 17 puntos se ha convertido –en tan sólo un mes– en una de 47 puntos. La aprobación de la Primera Dama, como vemos, ha sufrido un revés aún mayor: cae del 41% al 24%, mientras la desaprobación escala del 52% al 69%. En tan sólo un mes la brecha entre ambas percepciones aumentó en 34 puntos, y hoy se encuentra en 45 puntos. Y todo ello, aunque parezca increíble, menos de 45 días después del histórico fallo de la Corte de La Haya.

¿Cuál es la explicación detrás del desastre avistado? Hagamos, antes de ir a las conjeturas, una breve descripción del pasado inmediato.

Hace pocos días, el politólogo favorito de la izquierda Steven Levitsky consideraba positiva la participación de la Sra. Heredia, básicamente como contrapeso a la inexperiencia de su marido. "Sin el consejo de Nadine, tendría un gobierno peor que el que tiene actualmente", sostuvo. Interesante. Imaginamos que si doña Michelle Obama aclara la postura del gobierno norteamericano frente a, por ejemplo, Venezuela o el sueldo mínimo, el profesor Levitsky encontrará las expresiones como una manifestación post-modernista.

No es, valgan verdades, el único en dicha línea de opinión. El portal Lampadia, una asociación civil que dice defender las instituciones democráticas y del desarrollo, sostuvo recientemente que existía un "cargamontón" en contra de la Primera Dama, a la cual consideran sagaz, aguda, con una alta capacidad de "comunicación y síntesis, tan escasa entre los políticos peruanos". Para ellos, la Sra. Heredia sólo complementa la acción del mandatario, "aclarándola o expresándola cual alter ego del Presidente". Por increíble que parezca, líneas después hablan de "cuidar y evitar… que esta contribución positiva se torne en una ilegal e ilegítima" postulación en el 2016.

Como vemos, la actuación de la Sra. Humala no genera escozor visible ni en la izquierda ni en la derecha.

Felizmente, la gran mayoría de peruanos no es tan pragmáticos ni tan ingenuo, ni ve las cosas de manera tan sencilla. Existen, aunque precarias, instituciones y formas que deben respetarse, aunque sea por vergüenza.

Tal vez sea cierto que doña Nadine explique, en gran medida, la sostenibilidad del modelo económico; tal vez, incluso, al peruano promedio no le incomodaba que sea doña Nadine quien gobierne; tal vez, por último, hubieran preferido que sea ella quien finiquite –tras bambalinas– lo que queda del gobierno. No obstante, las cifras demuestran que muy pocos aceptan la manera tan desaprensiva y frontal con la que ha actuado recientemente. Nuestro popular "está bien culantro, pero no tanto" pareciera guiar el sentir ciudadano. Y enhorabuena.

A la pregunta ¿quién gobierna el país?, el 62% considera que es, efectivamente, la Sra. Heredia; tan sólo el 16% cree que es el Presidente Humala. Léase bien: 6 de cada 10 peruanos creen que nos gobierna doña Nadine (y otros 2 que cogobierna junto a su esposo). Y como cereza en la torta, el 73% de los encuestados considera que ello perjudica al gobierno de Ollanta Humala. Esta impresión, ¿es producto del "cargamontón" contra la Primera Dama? ¿O es la viva expresión de la vergüenza que sienten millones de peruanos de ver el cargo presidencial siendo vulnerado desde el poder informal que lo acompaña en palacio?

La Sra. Heredia sostuvo anoche –a un medio internacional– que no soñaba con la presidencia. No sabemos si eso significará un suspiro entre sus seguidores, o una mueca de desgano. Empero, y para quienes deseamos que las instituciones se respeten (sea o no bueno para los fines netamente crematísticos), pues que bueno que así sea. La aventura, en tanto, le ha costado mucho –demasiado, valgan verdades– al gobierno de su marido. ¿Vale la pena?

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