Una noche el ministro de Economía anunció un shock brutal. Treinta años de políticas populistas habían quebrado el país. Más de la mitad de la población era pobre. La canasta básica costaba diez veces el salario mínimo. Pese a tanta fragilidad social, esa noche se liberó la economía. Los precios de los alimentos se cuadruplicaron. El ministro pidió a Dios que nos ayude. Durante meses la gente comió en comedores populares. Todos aguantamos. En un par de años, la economía se ordenó y empezó el periodo de mayor crecimiento de nuestra historia. El ajuste económico de agosto de 1990 fue cruel, pero inevitable. Tuvo éxito porque se ejecutó con autoridad. La situación por la pandemia del COVID-19 es similar.

La cuarentena ha paralizado de golpe a más de la mitad de la economía. Se pierden empleos en todo el mundo. La recesión recién está empezando. El alivio solo vendrá del Estado.

Se ha dado un primer paquete de subsidios a familias vulnerables y a empresas pequeñas. Viene otro para familias medias, porque la crisis afecta a todos; y para la mediana y gran empresa, que no pueden parar porque dan trabajo a muchísima gente.

¿Con qué plata se financia? Por ahora hay ahorro fiscal y se pedirá prestado. Pero para después solo contaremos con lo que se recaude por impuestos.

Entonces, necesitamos dinero aquí y ahora. La regularización de capitales no funcionó en 2017 por la turbulencia del caso PPK. Ahora la situación es distinta. Hay que ofrecerla nuevamente, con garantías que faciliten la repatriación, para que el dinero sirva aquí y no fuera.

No obstante, la verdadera riqueza está en la informalidad que controla gran parte de la economía. El informal se queda con el 18% de IGV y el 30% del Impuesto a la Renta. Es un acto criminal, pero si no se cobran los impuestos, el riesgo casi no existe.

Hay que tener decisión política de eliminar la informalidad. Cobrar impuestos al informal no será fácil, menos en recesión.

Pero hay que tenerlo mapeado, registrarlo, amnistía por el pasado y que pague en adelante, con las facilidades y subsidios que se concedan a los demás contribuyentes.

Habrá protestas. Habrá que apoyar al presidente y a su ministra. Aunque entremos en año electoral, nadie debe especular ni mezquinar apoyo, porque no hay tiempo que perder. Si hubo coraje para dictar cuarentena, debe haberlo para eliminar la informalidad.

Autoridad, que no tiemble la mano. De esta saldremos juntos. Lo hicimos en agosto de 1990. Lo volveremos a hacer ahora. Juntos, con esfuerzo, pagando impuestos. Con Dios.