(Foto: Hugo Curotto/GEC).
(Foto: Hugo Curotto/GEC).

¿Quién decido ser durante momentos extremos? ¿Alguien que se queda en una zona de miedo y compra compulsivamente, que actúa con absoluto egoísmo? ¿O paso a una zona de aprendizaje donde busco reconocer que hay muchísima gente que está tratando de dar lo mejor de sí, que deja de consumir las falsas informaciones y alimentos que no necesita y me coloco en esa zona de crecimiento donde pienso en los demás?

Esta reflexión la hago al décimo día de confinamiento, de estado de emergencia, y con la convicción de que muy probablemente se amplíe la medida. Aunque salgo solo para darles las últimas informaciones diarias, en este periodo he visto con otros ojos las calles, el cielo, los amaneceres y atardeceres. Ver la ciudad vacía genera emociones encontradas. La vemos desde otra perspectiva, como también sentimos con intensidad las buenas acciones de gente anónima que nos enseñan, incluso, desde sus vidas llenas de estrecheces, siendo capaces de inspirar tanta humanidad. Un desafío tan grande nos conmina a encontrar una postura superior, no a perdernos en criterios y debates pequeños.

Se ha dicho que el mundo no será el mismo tras esta pandemia. Ocurrió en otros momentos de la historia después de enormes calamidades. Hoy no incidiremos en las críticas. Hoy debemos mirar en la dirección correcta. Parecerá iluso, pero es lo que siento en estos momentos de incertidumbre. No vendamos miedo, terror. Seamos conscientes y ayudemos, desde cada una de nuestras trincheras, a neutralizar al enemigo común. El virus.

P.D. Mamá, hace nueve años partiste; hoy más que nunca recordamos tus enseñanzas sobre la solidaridad.

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