(Foto: GEC)
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Se supondría que la necesidad de realizar el trabajo desde casa me daría tiempo para leer dos libros al mes. No ha ocurrido, las reuniones remotas capturan el día de manera extraña: salvo del dormitorio al comedor, no es necesario trasladarse; poder apagar la cámara ahorra el arreglarse (y hasta cambiar el pijama). ¿En qué estoy usando ese tiempo liberado? Ciertamente, ni vida social, ni deporte, ni experimentos en la cocina, ni cursos de Edx.

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Pero algo he leído o releído: dos de ellos son Con la Piel en el Juego de Taleb y Del Adulterio considerado como una de las Bellas Artes de Daniel Samper. ¡Qué coincidencia! El adulterio debe ser una de las cosas en las que más se arriesga uno el pellejo; pero no está entre los ejemplos de Taleb. Lo que sí está es el problema de que los funcionarios o políticos en general toman decisiones sin asumir ningún costo: los congresistas presentan leyes para convertirnos en parias subdesarrollados, sin que tengan que responder por ello. Es justo lo que hace tan atractivo al populismo. Si tuvieran que responder con su dinero por los o violan contratos, a que lo pensarían bastante más (asumiendo que pueden pensar).

En una reunión sobre Derechos Humanos organizada por el MinJus, una señora reclamó por el reinicio de las actividades económicas. Con la desfachatez de quien recibe sueldo sentada en casa, insistía en mantener la “clausura” de la economía. No era representante del empresariado ni del Estado; pero tampoco representa a los cientos de miles que desesperadamente salen a las calles para ver qué hallan y que solo cuando existen protocolos que los protejan, tienen cierta seguridad. Y eso se opone al desborde por la desesperación de quien no consigue un trabajo con medidas de protección. Para representar a los trabajadores, como dice, que se ponga en el mercado e intente conseguir un trabajo. Que se juegue el pellejo o se quite el cartel de derechos humanos.

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