En momentos de emergencia, cuando lo más básico está en juego, el grupo se tensa y pone todos sus recursos a disposición del esfuerzo para superarla. Como pasa con nuestro organismo frente a un estresor, todos los sistemas concurren a la capacidad de luchar y, si es necesario, huir. Resistir el dolor, el cansancio, focalizar la fuerza y la concentración son prioridades. Por el contrario, la reproducción, el crecimiento físico y otros asuntos de largo plazo, quedan prácticamente desactivados.

Hay algo desconcertante en estos momentos en nuestro país. Parece un organismo en el que cada órgano se dispara por su lado, disminuyendo, a veces neutralizando, las defensas convergentes. La lucha entre las distintas partes, la animadversión entre pequeñas tribus, las rencillas entre procedencias y camarillas, el todos contra todos, la reivindicación –muchas veces basada en carencias reales– en todas las instituciones y organismos, se apodera del centro del escenario.

Es desconcertante sentir que cada quien se va por su lado, lleno de buenas intenciones, metiéndole zancadillas al otro, echándole la culpa al otro, criticando al del costado, esperando la caída de quien está dando la batalla supuestamente contra el mismo enemigo.

Es una constatación triste, aunque los conocedores de la historia apuntan a que no es novedad, que en momentos de relativa normalidad no golpea tanto y hasta se presta a la caricatura y al humor político, cuando no da ciertas ventajas. Pero que en circunstancias como las actuales, nos hace dudar de si somos una Nación. Todo se agita, nada se mueve.