(AP Photo/Martin Mejia)
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Ya sabemos, como comentaba la semana pasada, que la etapa que viene será durísima en lo económico y en lo sanitario. Las cifras agregadas nos hablan de unas caídas brutales en la producción nacional () y, sin duda, eso tendrá repercusiones en otros indicadores, como empleo, pobreza, consumo, etc.

Pero ese contexto tendrá un impacto en nuestras pequeñas vidas cotidianas; habrá que afrontar los retos de administrar, en dichas circunstancias adversas, nuestro hogar, nuestro trabajo, nuestra familia. Los empresarios de todos los tamaños tendrán que administrar, además, sus negocios. No solo la adversidad, también la complejidad de las circunstancias, hacen particularmente desafiante el management de las organizaciones en esta etapa que se nos abre.

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Sin duda, la primera preocupación será mantener la liquidez: “cash is king” (y esto vale para la empresa como para el hogar). Las ayudas del gobierno (Reactiva, etc.) serán decisivas, pero no suficientes. Habrá que disciplinar costos y gastos, pero también encontrar maneras creativas de generar (nuevos) ingresos. Y es que no parece muy sensato, pues, sentarse a esperar que los flujos regresen simplemente a sus montos y comportamientos precuarentenales.

Aún no sabemos cuánto ni cómo, pero los hábitos de vida, y por tanto también los de consumo, habrán de cambiar. Por ello, habrá novedosas necesidades que satisfacer; la demanda habrá cambiado y ahí estarán las oportunidades.

La gran pregunta del corto plazo, entonces, será preservar la caja. La del largo, cómo reinventar los negocios para que tengan sostenibilidad de cara a la “nueva normalidad” (que aún no conocemos a detalle). Pero la clave del éxito, probablemente, esté en cómo articular ambas, cómo transicionar… en el mediano plazo, en fin.

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