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Ya ha pasado que, tras grandes tragedias bélicas, la humanidad se incline posteriormente hacia el intervencionismo estatal, pues las sociedades asustadas aceptan más las mecánicas militares (racionamiento, controles, represión, centralización de mando, abandono del mercado para establecer precios, intervencionismo, subsidios, planificación, nacionalismo económico, autarquías, paternalismos, líderes únicos, jerarquía, burocratismo y hasta xenofobias), que muchas veces de transitorias pasan a permanentes. Como esta plaga es similar a una guerra, ya vimos que las viejas recetas estatistas están resucitando. No niego que el Estado debe jugar un rol excepcional en una crisis, pero el problema es si lo transitorio (y solo cuando es necesario) se vuelve permanente y de aceptar cachetadas regresemos a “líneas de banderas”, bancos estatales, juntas de precios, subsidios eternos, proteccionismos, etc., ese tipo de cosas que hacen salivar a Mohme, Campodónico, Francke y demás rojos. Eso sería una tragedia; ya tenemos a un comunista en Salud. Van a coger al coronavirus de excusa para resucitar al velasquismo, cuando el problema más bien es un Estado que no sabe administrar o gastar bien o, peor aún, dilapida los recursos en cojudeces carísimas, como los Panamericanos, la refinería de Talara, el Gasoducto Sur o las interoceánicas. Allí nomás llevas más de US$10 mil millones, que debieron usarse en hospitales, carreteras, colegios, comisarías...
Porque los liberales de verdad priorizamos el gasto estatal en lo que es realmente necesario (salud, seguridad, educación, comunicaciones) cuando el sector privado no lo puede cubrir. Pero los peruanos aplaudieron que se gasten US$1,200 millones en Panamericanos en vez de hospitales, así que no lloren ahora. Cada uno tiene lo que se merece...