¡No al robo de la vida!

Aunque cambiaron prohibiciones por recomendaciones, igual vale la pena reflexionar sobre la absurda puesta fuera de la ley de un grupo de ciudadanos, so pretexto de protegerlos. Personas que cumplen con las leyes de la República, han contribuido y siguen contribuyendo con su crecimiento en todos los ámbitos —incluso, por cierto, en la lucha contra la pandemia, como lo demuestran cotidianamente cientos de médicos y otros que, a pesar de ser viejos, se la juegan— no pueden ser convertidos en transgresores o en prisioneros. Cualquier gobierno que pretenda hacerlo pierde credibilidad y autoridad.

El primer mandatario, que tiene una formación matemática, afirma que, de todos los fallecidos por COVID, 70% son adultos mayores. Con pandemia o sin ella, de todas las personas que fallecen, el mayor porcentaje son viejos. Sí, pues, señores y señoras autoridades, al final de la vida está la muerte.

Esos años de conclusión, balance, contribución serena al entorno inmediato, a la comunidad, al país, que pueden ser llevados con alegría, vigor e intensidad, mientras se brega en todos los frentes, desde el empresarial, hasta el voluntariado, pasando por todas las profesiones y oficios, para no hablar de quienes conducen instituciones religiosas y grupos económicos o se preparan a candidatear a la Presidencia de la República, no pueden ser coartados bajo ninguna circunstancia.

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¿Somos más vulnerables? ¡Qué descubrimiento! ¿Debemos tomar en cuenta esa vulnerabilidad? ¡Claro que sí! Pero no nos vamos a dejar robar los mejores de nuestros últimos años —y ese sentimiento de que se está robando la vida comienza a ser común en todas las edades— por ningún decreto. Consideraremos las recomendaciones, pero el tipo de prohibición, que felizmente cayó, conduce a la desobediencia civil.

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