Así como discrepé en temas de manejo económico y promoción de inversiones (minería), admito que en el caso del COVID-19, Martín Vizcarra ha liderado la situación con acierto (cuarentena, aislamiento, toque de queda), dando ejemplo internacional.
Países poderosos han demorado, haciendo cálculos del impacto económico y retrasando peligrosamente sus decisiones (Brasil, México, EE.UU., Gran Bretaña). Por ningunear al virus mueren miles en Italia, España, mientras China, Corea y Japón parecen controlar la pandemia. Ideal habría sido un cierre simultáneo y mundial de las fronteras, pero cada país ha priorizado su interés.
A partir del coronavirus se evidencia la falta de infraestructura y falencias en salud pública. El presupuesto de salud debe ser priorizado.
Es posible que la situación empeore antes de que empiece a mejorar. El bono a los más necesitados ayudará, pero será insuficiente. Es necesario articular medidas para empresas que dan empleo y no romper la cadena de pagos.
El COVID-19 muestra la vulnerabilidad de una humanidad que se cree ‘invencible’. Pese a los avances tecnológicos, seguiremos expuestos a calamidades y epidemias.
Debemos un reconocimiento al personal de salud, militares, policías por su labor, arriesgándose a contagios. Quizás la cuarentena deba extenderse; y al concluir esta aún no se deban abrir las fronteras para evitar contagios del exterior.
El COVID-19 dejará lecciones, la forma de relacionarse podría cambiar para siempre, además de revalorizarse la vida, la familia, el respeto al principio de autoridad y la necesidad de un Estado eficiente en sus competencias. Al César lo que es de Vizcarra.