La mayoría de analistas, nacionales y extranjeros considera muy positiva la respuesta del gobierno vizcarrista ante el reto sorpresivo del COVID-19. Más del 80% de la población lo apoya y algunos hasta lo consideran un ejemplo para AL. Aunque también se recogen los ácidos comentarios de quienes, sin mayor razón, lo tildan de continuador renovado del derechismo neoliberal, sin reconocer las medidas keynesianas aplicadas. Otros lo acusan, con torpeza, de caviar y castrocomunista. “De todo hay en la viña del Señor”.
Aunque nadie lo esperaba, se planteó la reforma integral de las AFP. Después de aprobar el retiro de hasta S/2,000 de aquellos afiliados que ya han dejado de aportar por lo menos en los seis últimos meses. Y también la antigua demanda para la devolución en bonos a los afiliados a la ONPE que dejaron de aportar hace tiempo sin poder alcanzar los 20 años exigidos para obtener pensión. “Una de cal y otra de arena hacen la mezcla buena”.
Propuesto el control concurrente de la Contraloría, el presidente Vizcarra ha incorporado al equipo de emergencia a los mejores profesionales sin ningún distingo ideológico. Así fortalece el carácter nacional y patriótico de esta lucha. Aunque la incertidumbre provocada por la pandemia es grande, se prioriza la defensa de la vida y salud de la población. También se evalúan sus consecuencias económicas y los cambios que dejarán su sello en la sociedad. La guerra contra el COVID-19 será prolongada. El cese del confinamiento de la población en sus casas y los estados de emergencias serán eventuales y de acuerdo a las regiones, hasta que se descubra la vacuna y esté al alcance de todos. La solidaridad, no el individualismo rampante, será una necesidad para derrotar a la desigualdad. Se vienen profundos cambios a nivel global.