Si tenías un barco, zarpabas. Si tenías un bote pequeño, hubieras querido zarpar también. Porque esa mañana del 2 de junio de 1940 el pueblo británico cruzó el Canal Inglés como pudo para rescatar a su ejército acorralado por los alemanes en las playas de Dunkerque. Cuentan que los soldados eran ametrallados sin piedad por la aviación enemiga y, desesperados, se suicidaban nadando mar adentro. Cuando supieron que su pueblo venía por ellos, aguantaron. Se rescató a 330 mil.

Ese mismo ejército, cuatro años después, cruzaría de regreso el Canal Inglés hacia las playas de Normandía para empezar a ganar la guerra. En medio del desembarco, dicen los historiadores, los soldados recordaron que nunca fueron abandonados.

En esta guerra contra el COVID-19, nuestro ejército ha quedado acorralado. Son los miles de trabajadores sin empleo por la parálisis de la economía. Tenemos la opción de despedirlos automáticamente, porque sobran las fuerzas mayores y las razones legales. Así que derecho hay. Pero el razonamiento debe ir por otro lado. Esos trabajadores son nuestros padres, hijos, hermanos, amigos. Esos trabajadores somos nosotros. Y si no tienen empleo, no tienen dinero y no compran; si no compran, alguien no vende y tampoco tiene dinero para pagar; si no nos pagan, igual quebramos, que es la manera de morir en economía.

En alivio le pedimos al Estado que asuma todo el riesgo, que pague parte de la planilla, que subsidie, que invierta en empleos temporales y que gaste lo que nunca ha gastado en salud. Pero no existe un dinero del Estado, son los impuestos que hemos pagado todos estos años. Si el Estado se endeuda, también pagaremos esos créditos con impuestos futuros. Así que trabajadores o Estado o empresarios somos lo mismo. Estamos todos juntos. No hay ni un “ustedes” ni un “ellos”. Solo existe un “nosotros”.

Como en Dunkerque, la batalla está perdida. Es la consecuencia inmediata de la cuarentena. Pero para poder ganar la guerra económica necesitamos rescatar a ese ejército de trabajadores.

Al cierre de esta columna, se han conciliado criterios y ya sale el decreto. Se pretende mantener los empleos hasta donde se pueda y habrá subsidios para los que no reciban remuneraciones. Es tiempo para que cada emprendedor desborde coraje para asumir incertidumbres, para que cada trabajador asuma los sacrificios que pueda y para que el Estado haga que todo esto sea soportable.

Cuando al final se reactive la economía, quisiera que nuestros trabajadores cuenten que, en estas horas oscuras, tampoco fueron abandonados.