Kim Jong-un , líder de Corea del Norte (AFP).
Kim Jong-un , líder de Corea del Norte (AFP).

La llegada de Moon Jae-in a la Presidencia de Corea del Sur el año pasado abrió la posibilidad de un acercamiento con Corea del Norte.

Lamentablemente, las repetidas pruebas nucleares norcoreanas y la hostilidad estadounidense contra el régimen de Kim Jong-un hicieron imposible cualquier diálogo. Sin embargo, la proximidad de los Juegos Olímpicos de Invierno, a realizarse en la ciudad surcoreana de Pyeongchang en febrero, es un nuevo aspecto a considerar. Para Corea del Sur, un escenario marcado por alertas nucleares –considerando que Pyeongchang se encuentra a solo 70 kilómetros de la frontera– podría hacer de este máximo evento deportivo un fracaso.

Pero, más allá de este particular contexto favorable a los intereses de Corea del Norte, ¿cómo explicar este importante cambio en la política norcoreana respecto a su vecino luego de tres años sin conversaciones?

En primer lugar, continuar un enfrentamiento permanente con toda la comunidad internacional resulta contraproducente. Los costos económicos de mantener una ofensiva nuclear son muy grandes, no solo por las sanciones internacionales, sino también por lo que significa desarrollar un programa nuclear para un país con recursos económicos limitados.

Y en segundo lugar, más importante aún, Corea del Norte encuentra la posibilidad de debilitar la relación entre EE.UU. y Corea el Sur. Los continuos comentarios del presidente Donald Trump contra el régimen norcoreano pueden causar desavenencias con los intereses de su aliado. Por lo pronto, EE.UU. y Corea del Sur inteligentemente han aceptado retrasar ejercicios militares para después de las Olimpiadas, veremos si Trump no lo echa todo a perder.