El ejercicio de recordar lugares donde alguna vez estuviste, y a los cuales regresarías para repetir o mejorar lo que viviste parece una tontería, una manera más de procrastinar. Pero la frase “uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida” en voz de Chavela Vargas en “La canción de las simples cosas” (escrita por el argentino Armando Tejada) me llevó a armar un álbum de fotos viejas, sobre las que podría cambiar algo de manera mágica o dejarlas intactas.

Desde que empezó este encierro necesario, he extrañado los conciertos y los viajes. Pero, sobre todo, lugares, y desde allí ciertos momentos del ayer.
Regresaría a Máncora, al mismo hotel del último viaje. No bebería tantas cervezas para reconstruir el instante en que tú y yo bailamos a la orilla del mar, y me dijiste –quizás sin saber con quién hablabas– que me querías.
Regresaría a París, a ese café que fue mi refugio en ese viaje solitario, de más de diez días. No cambiaría nada de ese instante, y seguiría jugando con las hojas secas que rodeaban mis botas.
Regresaría a Mazamari, a ese viaje real maravilloso donde recorrí tramos inciertos y caí algunas veces hasta romper mi pantalón, y empantanar mis zapatillas. Volvería para verte sonreír, y abrazar esa tierra, ahora libre de tus pesadillas.
Regresaría a ese hotel de Ciudad de México, donde te esperé con una caja de regalos para mostrarte mi país y recorrer el tuyo en 32 horas. Volvería al bar Tenampa, donde cantaba Chavela, y te besaría antes de que les pidas a los mariachis que entonen “La noche de mi mal”.
Regresaría a ese hotelito del barrio San Telmo, en Argentina, donde tú y yo creíamos que nada nos separaría. A la foto le haría un pequeño cambio: pondría en tu pecho un corazón de verdad.
Regresaría a Punta Sal, para mirar sin neblina tus ojos de amor, esos que perdí para siempre. En la foto borraría mi tormentoso pasado, para vivir el presente.
Regresaría a bucear a Belice, olvidándome de todo, hasta de tu espera.
Regresaría a ese mototaxi, de esa ciudad tan fea, donde tú y yo nos reímos, y sin alcohol en las venas, nos hicimos el primer selfie de la vida juntas. La foto quedó en la memoria de mi celular y en la nube. Para siempre.
Regresaría, regresaría otra vez, a pesar de mi empeño en vivir solo el hoy. Pero sin ti.
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