Contacto de riesgo. (Foto: AFP)
Contacto de riesgo. (Foto: AFP)

Las últimas noticias que llegan sobre la amenaza del coronavirus no dejan lugar a dudas. Tenemos a la pandemia tocando las puertas de América Latina. El gobierno peruano, el Ministerio de Salud (Minsa) ya han empezado a movilizarse, pero cada día que pasa, con las noticias que llegan de afuera y en especial de países de la región, las medidas van pareciendo insuficientes.

Se echa en falta, por ejemplo, ahora que empieza el año escolar, una campaña más agresiva del Ministerio de Educación (Minedu) respecto a cómo prevenir la propagación del virus, cuando ya lo tengamos entre nosotros. La compra masiva de mascarillas, la mayoría de las cuales no protegen del contagio y que parece estarse registrando en nuestro medio, está muy lejos de ser solución alguna. La habilitación de hospitales, las estrategias sanitarias, el equipamiento médico que se está disponiendo para tratar a quienes sean contagiados están muy bien, pero son las campañas masivas de prevención las que definirán el mayor o menor impacto que el mal pueda tener en cada país.

Aparte de lavarse las manos a conciencia, taparse la boca al toser o estornudar y ventilar los ambientes donde vive, trabaja o estudia, en el Perú, tenemos hábitos sociales que, mientras dure la amenaza, habrá que repensar seriamente. Y es que es la nuestra una cultura de contacto físico, de abrazo o beso con nuestros familiares y amigos. Pues tendremos que acostumbrarnos a medir ese contacto por un tiempo, ya que es así que se produce el contagio, que es un contagio violento, a través de fluidos corporales como la saliva o el sudor, que se pasan a través del beso, el cheek-to-cheek y similares. El rito de darse la mano al saludar, incluso, tendrá que reservarse para otros tiempos: un apretón de manos basta para que el virus salte de una persona a otra.

Podrá sonar tremendista, pero es lo que recomienda el sentido común para afrontar amenazas como la del COVID-19 y estar preparados para cuando llegue a nuestro país. Comencemos por ahí, por suspender un tiempo costumbres, sí, en efecto, muy arraigadas, y difíciles de saltarse, pero de cuyo control dependerán las vidas que se puedan salvar.

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