"Los cabildeos y manipulaciones serán inevitables, gane quien gane, pero de momento todo indica que el problema de fondo, por desgracia, seguirá intacto: que este Congreso es uno de los peores de la historia republicana del Perú". (Foto: Congreso)
"Los cabildeos y manipulaciones serán inevitables, gane quien gane, pero de momento todo indica que el problema de fondo, por desgracia, seguirá intacto: que este Congreso es uno de los peores de la historia republicana del Perú". (Foto: Congreso)

Ya definidas las dos listas que competirán hoy por la conducción de la Mesa Directiva del Congreso, y luego del zarandeo de la crítica externa y de algunos parlamentarios que se han sentido traicionados o descolocados, toca ahora decidir.

En el análisis tendrá que examinarse cómo se llegó a estas nóminas, que han recibido epítetos tipo “matrimonio contranatura”, “la lista de ‘Los Niños’ y de la izquierda” y demás por el estilo. Lo primero que habría que decir es que salvo en el Congreso elegido en 2016, en el que Fuerza Popular obtuvo una mayoría aplastante, que terminó siendo por ello mismo abusiva y desequilibrante, en la mayoría de los periodos legislativos siempre ha habido negociaciones extrañas para la conformación de las mesas directivas.

Extrañas en el sentido de cómo se asociaban, por ejemplo, bancadas ideológicamente opuestas o fuerzas políticas integradas por personajes habitualmente enfrentados entre sí. Todo por poder colocar uno o más representantes en ese escalafón parlamentario.

Se trata finalmente de la conducción administrativa del Parlamento y es perfectamente razonable que ello ocurra en función del nivel de representación de cada grupo. Es cierto que ser parte de la lista ganadora otorga ciertos privilegios, pero el impacto de estos en los debates, propuestas de leyes o votaciones es mayormente marginal.

Y aunque tampoco se puede minimizar el hecho de tener un asiento en esta mesa, sobre todo si el país súbita e imprevistamente entrara en una coyuntura de extrema gravedad (digamos, el deceso o la fuga de un presidente de la República, un eventual golpe de Estado, una posible vacancia o similares), estamos hablando de una instancia de gestión cuya finalidad es que el Poder Legislativo mantenga un funcionamiento fluido en beneficio del sistema democrático.

El tema político o ideológico en estas alianzas pasajeras pocas veces excede lo simbólico y quizás hasta anecdótico, de ahí que las acusaciones intercambiadas entre los presuntos agraviados o traicionados por participar en determinada lista son, pues, exageradas. Los cabildeos y manipulaciones serán inevitables, gane quien gane, pero de momento todo indica que el problema de fondo, por desgracia, seguirá intacto: que este Congreso es uno de los peores de la historia republicana del Perú.