Fuerza Popular (César Campos)
Fuerza Popular (César Campos)

No cabe duda de que Fuerza Popular vive un terremoto político de grado 10. Los turbios manejos del dinero de Odebrecht, el adocenado chat La Botica, las graves acusaciones de Rolando Reátegui y la muy probable prisión preventiva para Keiko Fujimori colocan al fujimorismo en una situación de derrota moral y, desde luego, política. Sus congresistas, que recibían órdenes y conspiraban en sus teléfonos celulares, hoy piden tregua. Admiten así que, desde que llegaron al Congreso en 2016, han impulsado una agenda de confrontación que puso por encima sus intereses y sus apremios.

Esta confesión sincera de los keikistas merece, cuando menos, una sanción política que pasa por el manejo del Congreso y sus comisiones. Las fuerzas políticas restantes, donde se cuenta incluso a un grupo disidente del fujimorismo, están en la obligación de salvar la institucionalidad del Parlamento; esto es, una nueva Mesa Directiva que destrabe todo lo que Fuerza Popular se ha encargado de blindar. La continuidad del fiscal de la Nación, por ejemplo, sostenida para protegerse de las investigaciones que hoy enfrentan, resulta una vergüenza. La salida de Chávarry es la primera decisión que se espera de un Congreso renovado y que se desmarque de la agenda de La Botica. Levantar la inmunidad de Donayre es lo que sigue. Discutir sin blindajes la acusación a Becerril, también.

Las urgencias fiscales que tienen en vilo al fujimorismo no deben distraer más al país. Mientras Fuerza Popular tenga control sobre las instituciones, salvarse estará por encima de cualquier cosa. Al keikismo le preocupa perder este manejo. Dos de sus congresistas buscan negociar con las demás bancadas que, tras reunirse el jueves en casa de ‘Vitocho’, podrían formar un bloque parlamentario dispuesto a quitarles el poder en el Congreso.

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