Confinamiento, vade retro
Confinamiento, vade retro

No les falta razón a quienes, interpretando las señales que altos funcionarios del gobierno están emitiendo en estos días, han comenzado a pronunciarse en contra de un eventual nuevo confinamiento obligatorio que –entre otras medidas restrictivas de mayor calado– podría estar cocinándose en el Consejo de Ministros.

Como se supo después, el encierro total decretado por el gobierno de Martín Vizcarra no solo sirvió de poco para salvar vidas, sino que, además, arruinó la economía del país, generando quiebras masivas de empresas y dejando en el desempleo a miles de peruanos.

Es cierto que la irresponsabilidad de buena parte de la población durante las fiestas de diciembre y el inicio del verano está pasando factura con el aumento de contagios, en lo que ya la ministra Pilar Mazzetti ha declarado como ‘segunda ola’ de la pandemia, en contra de la opinión del titular del MEF, Waldo Mendoza, quien afirma que solo se trata de un rebrote.

Lo cierto es que, más allá de nomenclaturas, las cifras se siguen disparando, y ese debate en el gabinete no deja de ser expresivo. La experiencia indica que no se puede cuidar la salud de la población abandonando a su suerte a la economía nacional, pues es justamente la debacle de nuestras fuerzas productivas y de los negocios que movilizan los agentes económicos –en un país con notorias brechas como el nuestro– lo que debilita cualquier estrategia para contener los contagios.

Desproteger la economía para proteger a las familias peruanas sería un despropósito y representa, asimismo, una falsa disyuntiva, ya que es posible, como se dice, vestir un santo sin necesariamente desvestir a otro. Con la cantidad de empresas y ciudadanos que apenas están comenzando a reconstruir sus ingresos, un confinamiento extremo solo terminaría de hundirlos, con consecuencias catastróficas para las vidas de quienes dependen de ellos.

Ante la crecida del virus, se debe hilar muy fino para no repetir los errores cometidos en la gestión Vizcarra. De momento, las restricciones sociales impuestas suenan razonables, pero se debe mantener una estrategia focalizada, según los índices de peligro en cada zona, y evitar caer en el facilismo de cerrar todo para después darnos cuenta de que no sirvió de nada.

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