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Confinamiento
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Hace unos días se estableció un confinamiento estricto por 15 días en 10 regiones del país, que en conjunto representan casi 70% de la economía peruana. El objetivo del mismo es evitar la propagación del contagio. El sistema de salud se encuentra en el límite. Una parte de la población considera que es correcta la medida y otra está en desacuerdo.
En el fondo, lo que sucede es que no sabemos qué hacer. En julio del año pasado, tras 107 días de confinamiento, se abrió la economía. En un principio las cosas se veían bien, pero de un momento a otro, todo se complicó, al extremo de tener que volver, desde mañana lunes, al aislamiento en 10 regiones. No estoy seguro de si lo ideal era la cuarentena estricta. Eso lo entienden los expertos en el tema, pero lo que sí creo es que la economía se afectará de manera negativa. Las deficiencias en los servicios de salud, cuya nula priorización tiene más de medio siglo, la corrupción y la informalidad (tanto laboral como de comportamiento) nos pasaron la factura. La combinación de una bonanza macroeconómica con un malestar microeconómico ha tocado límites.
Reactivar la economía significaba volver al trabajo de manera gradual y cumpliendo protocolos dispuestos por el gobierno. Esto último era clave, pues si los contagios continuaban subiendo, llegaría el momento de una nueva cuarentena estricta por un rebrote. La única forma de evitarlo era con el uso de la mascarilla y el distanciamiento físico.
Un primer factor que influyó fue la cultura informal que tiene historia en el Perú. No se respetaron las reglas de juego, ni siquiera sabiendo que quien las incumplía ponía en riesgo su propia vida y la de otros. Por otro, muchos ciudadanos pensaron que “a mí no me va a pasar” o “vivamos el hoy, nadie sabe si estaremos vivos mañana”. Una cosa era decirlo y otra padecerlo. Si tenemos una familia, no nos tendríamos que haber expuesto al contagio, a menos que no nos importe. Disculpen la crudeza pero no tengo otra explicación. Observar a personas que solo se ponen la mascarilla cuando la TV los enfoca es triste. Insisto, no se trataba de no salir a trabajar, sino de hacerlo manteniendo la distancia y con la mascarilla siempre.
El confinamiento de estos 15 días obliga al gobierno a asegurar que los ciudadanos solo salgan de casa para lo indispensable, pero, ¿qué hacemos con aquellos que viven al día y tienen que salir? ¿Y con los informales? ¿Cuánto tardará en llegar el bono? Si la idea es que aquellos que viven del ingreso diario salgan lo menos posible, pues el gobierno debe asistirlos. ¿Podrá hacerlo? ¿En qué hemos mejorado como gestores de un aislamiento tras los 107 días confinados en 2020?
Sugiero que dejemos de lado ideologías. El Estado no ha sido capaz de comprar vacunas. ¿Por qué, esta vez, sería capaz de asistir a los más vulnerables con la urgencia que la situación requiere? ¿No es hora de ayudarnos todos? Deponer posturas ideológicas y pensar en los ciudadanos que luchan por su vida o han perdido familiares debe ser nuestro único objetivo.
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